De: "MANUEL JESUS LOPEZ GRANADOS" - corrupcionenelbcr@hotmail.com
Fecha: Mar, 4 de Dic, 2007 1:30 pm
Asunto: SANTO DOMINGO HERMOSO
SANTO DOMINGO HERMOSO
Partimos de Lima una tarde fría y húmeda, acompañados de ese penetrante soplo gélido que se siente en la ciudad, el avión que nos transportara pertenece a la línea Copa Airlines, con rumbo a la ciudad de Panamá, donde realizamos una escala que nos llevara finalmente a nuestro destino, Santo Domingo, Republica Dominicana.
Este ansiado viaje, que muchas veces realice con la imaginación, se convertía en realidad, y ese milagro casi increíble que cambio el frió y la tristeza de nuestra ciudad de Lima, por un sol abrasador, el agua del mar de un azul profundo, el oro de las algas marinas a la deriva, las blancas nubes como vellones, esta maravillosa isla del caribe bordeada de palmeras, entonces recordé a Cristóbal Colon que al ver la isla la denomino la Hispaniola y la describe así: era montañosa de elevados picos, con verdes sabanas y espaciosas llanuras, en las cuales se alzaban árboles de enorme tamaño, que formaban espesos bosques, y todos ellos estaban cargados de frutos de gusto tan dulce y aspecto hermoso, que parecían producto de un paraíso verdadero.
Aquella noche al llegar al aeropuerto, fuimos recibidos y en un vehiculo transportados hacia los hoteles RIU Taino resorts, al avanzar la ciudad se presentaba como una visión de cinematógrafo a una velocidad acelerada, y al amanecer llego hasta nosotros el aroma de la isla, un perfume intenso pero al mismo tiempo suave y lleno de languidez, absorbente y dulce.
Punta Cana situada en la parte sur de la costa este de la Republica Dominicana, el bungalow que nos asignaron, muy confortable y amueblado con gusto, un mini bar. y una caja fuerte, un amplio ventanal, rodeado de palmeras, y un caminito que nos conducía hacia la playa o a la piscina, a través de una bifurcación inteligentemente instalada a mitad del camino, al tomar la ruta hacia el mar, nos encontramos con la arena, que mas parecía azúcar blanca refinada a lo largo de toda la costa, que me hizo recordar los días de mi infancia, cuando solía inclinarme sobre el barril de azúcar de la abuela para sacarme un puñado, también observe el agua del océano de un verde intenso, que cambia también al azul, un barco hundido a cierta distancia, y sentí una brisa suave, como si estuvieran parloteando en voz baja, como un grupo de muchachas adolescentes cambiando secretos en la oscuridad, y al caer la tarde, los vientos que descendían y el azul de las aguas, daban la ilusión que se juntaban con el cielo, la deliciosa frescura menguaba el intenso calor y acariciaba las celosías y cortinas con sus invisibles dedos, eran la materialización real y fresca de un sueño, que me produjo también una profunda emoción, las nubes suspendidas del firmamento, como un basto telón de teatro pintado por un artista cuya paleta fuese fuente de violentos colores, las casitas pintadas de blanco, agrupadas alrededor de la calle caribeña, los grandes restaurantes, con un buffet tan variado, que se podría permanecer todos los días sin cansarse, por la dedicación de los chef de los hoteles RIU, y mi memoria siempre conservara todo lo referente a Santo Domingo, con su gente de rostros morenos, su alegre y bulliciosa entonación, su interminable selva verde, sus refulgentes y cambiantes colores del cielo, el ron y la deliciosa agua de coco, la magnificencia de sus salones, la vajilla de plata, los brillantes uniformes blancos de la servidumbre negra, las exóticas frutas, las hermosas mujeres, sus elegantes tiendesitas en la calle caribeña, la discoteca pacha, el casino los gimnasios, el pool snackbar la bamba, que desde sus barandas, varias noches se veía rodeada de una débil bruma, como amatista oscura, la playa enfrente nuestro y como xenofonte, tuve deseos de gritar, el mar, el mar, cielo y agua como seda azul y siempre acompañado de mi gran amor, mi única, en lo alto navegaba una placida luna, y las palabras escuchadas o leídas en alguna parte que me decían, no hay nada como el viajar, y si es por la agencia de turismo Nuevo Mundo mejor, lugares nuevos, costumbres diferentes, otras caras, otro cielo y otro océano, me hizo lanzar una exclamación y pensar en los pusilánimes, que no se atreven a dar un paso mas allá de su puerta, sin saber que uno puede viajar por cualquier región de la tierra, si sonríe y obra como gente decente.
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