De: joo cesar - jocajoo1@yahoo.es
Fecha: Vie, 26 de Oct, 2007 1:18 pm
Asunto: Carlos Angulo Rivas: ¿QUE ESPERA EL PERU?
Carlos Angulo Rivas - rodelu.net 26 de octubre de 2007
Coletillas al Margen
¿Qué espera el Perú?
Los defensores de oficio del sistema político peruano, cuyas raíces de corrupción, descomposición y entreguismo pro norteamericano son inocultables, no encuentran la fórmula precisa de salvar, en última instancia, el derrumbamiento de la única institución de la cual pueden agarrarse para continuar su labor de pícaros bribonzuelos de la manipulación de la conciencia ciudadana. Aquí se juntan los analistas de la derecha, el centro y los presentados en sociedad como progresistas o de izquierda, quienes en su conjunto, al unísono, defienden y protegen la democracia, realmente existente, favorable a una sola clase social, la de los propietarios.
Carlos Angulo Rivas
Estando el sustento ciudadano a las instituciones fundamentales del estado (poder legislativo, poder judicial, fuerza armada, etc.) por debajo del diez por ciento, sólo a los analistas de oficio les queda la presidencia de la república, en tanto y en cuanto ellos mismos desde la fundación de la república han elevado el cargo a nivel de un Papado, sumo pontífice incluido. En consecuencia, la caída de un presidente arrasaría con todo el aparato administrativo-militar de sustento del estado opresor, oligárquico y plutocrático. Bien lo saben los analistas en mención, los políticos afines al sistema y sus partidos tradicionales. De ahí que la defensa del sistema democrático de la exclusión y la dictadura del capital, se perfila siempre en una sola dirección, hacer durar al presidente de la república a cualquier costo y por cualquier medio. Sucedió con Alejandro Toledo, en el período anterior, y hoy de la misma forma se ensaya con Alan García.
La aprobación de la gestión de Alan García, cayó del 44 al 30 por ciento y es la más baja desde que inició su mandato en julio del 2006, según una encuesta nacional publicada por el diario El Comercio, la misma que verifica los resultados obtenidos por la Universidad Católica. En estricta investigación de las cifras, la caída vertical de García Pérez es un regresar de las aguas a su nivel de antes del terremoto del sur de Lima, Ica, Pisco, Chincha y alrededores, donde un angustiado presidente en 28 de julio, fiestas patrias, llamó a un Pacto Social de salvamento a su gobierno del “cambio responsable” traicionado en todos sus acápites para entregarse de lleno a la ultraderecha y a los designios del presidente Bush, a quien visitó en dos oportunidades a fin de manifestar su ayuda incondicional frente a los aires levantiscos del “fundamentalismo andino” de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Pacto efectuado de rodillas a cambio que el gobierno norteamericano firmara el, desfavorable y adverso a los intereses del país, Tratado de Libre Comercio TLC con estados Unidos. Decía en mi artículo anterior que Alan García en vez de un pacto social obtuvo un pacto sísmico, para desgracia de las víctimas y los damnificados pero para beneplácito del gobierno que vio una tabla de salvación en este desastre natural. En verdad, nadie podía oponerse a los esfuerzos del gobierno por auxiliar a las víctimas; y como peruanos todos metimos el hombro a pesar de las discrepancias y el grosero aprovechamiento del propio García Pérez para ganar imagen encima de los escombros y los cadáveres. Lo vimos en la TV cómo no.
Alan García levantó su imagen de las profundidades en las que había caído luego del paro nacional de los días once y doce de julio pasado, de las movilizaciones regionales y los bloqueos de carreteras en contra del continuismo y consolidación de la política neoliberal y corrupta iniciada por el delincuente Alberto Fujimori y su preclaro asesor Vladimiro Montesinos. Aprovechó del sismo, no nos cabe la menor duda; pero lo hizo todo mal, dada la incapacidad y la improvisación con las que siempre ha manejado los asuntos del estado. Hoy pasados los momentos del entusiasmo de la ayuda para promoverse personalmente y visto el error garrafal de constituir FORSUR y poner a la cabeza de ese organismo a su amigo, el empresario paramilitar Julio Favré, la población en su gran mayoría le devuelve su status de mandatario enclenque y precario, donde ese 30 por ciento de aprobación y 70 de rechazo, se reduce a diez por ciento de aprobación en las principales regiones del país y 90% de rechazo, siendo Lima que lo eligió, fraude de por medio, todavía el colchón de ciudadanos que maquilla las cifras del apenas 30% exhibido.
Las analistas de todos los pelajes, a quienes nos referimos al comienzo, tratan de explicar las cifras del bajón de Alan García con argumentos trillados y fuera de lugar como son la ligera alza de los alimentos (pan, pollo, azúcar, etc.) y las denuncias por corrupción e ineficiencia que pesan sobre los ministros de Salud, César Vallejos, e Interior, Luis Alva Castro, lo cual en mínima parte es cierto, por supuesto, sin tocar el asunto de fondo. El país sostiene un estado putrefacto desde hace varias décadas y las alzas de los alimentos y servicios y la corrupción de los ministros y funcionarios de alto nivel, (incluidos los primeros mandatarios y el caso de García Pérez, fue uno más en 1985-1990) son podría decirse normales; tanto así que la argumentación resulta endeble y descalificada, en todo caso manipulada para regresar a lo mismo: salvar la institución de la presidencia y por consiguiente el sistema de la corrupción perpetuada. La verdad, es otra, la sobre exposición de Alan García, aparte que le guste el show, es una necesidad exigida por el sistema democrático, realmente existente, de dictadura férrea del capital, o sea la de un estado sin salida posible, inviable en las actuales condiciones socio-económicas. No olvidemos que la presencia de ese presidente, vapuleado, corrupto, mentiroso, necio, majadero, terco y dipsómano, Alejandro Toledo con 8% de aprobación, fue defendido con ardor por los mismos analistas y todos los partidos tradicionales, en lo “esencial” dijeron aquella vez y lo repiten hoy, para mantener el proceso democrático en el país. ¡Vaya proceso democrático!
La avalancha viene desde afuera y bien lo sabe el sistema democrático peruano de la dictadura del capital, ahora cerrando filas en torno a Alan García. Venezuela está en un proceso revolucionario imparable y de resultados sociales indiscutibles en educación, salud, vivienda, alimentación y económicos en cuanto a la liberación de las fuerzas productivas; Bolivia ha nacionalizado sus recursos naturales y revisado los contratos con las empresas transnacionales con Evo Morales y se encuentra en el camino revolucionario de la reconstrucción de la república a través de la constituyente y el nuevo contrato social de la inclusión campesina en el desarrollo nacional; Ecuador el pasado 30 de septiembre eligió su Asamblea Constituyente, donde de 130 miembros, el gobierno del cambio político y social de Rafael Correa alcanzó la mayoría absoluta con 77 escaños, es decir, se produjo la derrota total de los partidos tradicionales del estado oligárquico y plutocrático. Experiencias político-sociales alrededor cercano, en las que se mira y se retrata ese 70% de rechazo popular que recibe Alan García, el encantador de serpientes con la música de su “cambio responsable.” El año pasado, durante las elecciones generales peruanas, la opción por el cambio y la reconstrucción del estado desde las cenizas de la quema de la putrefacción fue mayoritaria contra los partidos tradicionales y el sistema de la decadencia política representativa. El fraude (robo de sufragios) en la primera vuelta contra Lourdes Flores; y el golpe mediático (fraude manipulador financiado por la embajada norteamericana) en la segunda vuelta, donde por escasa diferencia declararon presidente a Alan García en perjuicio de Ollanta Humala, sin que éste denunciara el atropello como sí lo hizo López Obrador en México, evitó el cambio revolucionario político y social en cierne, de repente a pesar del propio candidato nacionalista.
En aquellas circunstancias, evidentemente, ganó el miedo inculcado masivamente por los medios de comunicación trabajando día y noche bajo consigna. La campaña de demolición, como recordamos, no fue contra Ollanta Humala sino contra el comandante Hugo Chávez, el paradigma de la revolución bolivariana antiimperialista. El miedo se impuso sobre todo en la capital pacata de la decadencia criolla y virreinal, la Lima timorata que pensó verse invadida por el mundo indígena como si ya no lo estuviera. Así, Alan García mediante el fraude, se impuso contra el resto del país (perdió en casi la totalidad de las regiones) para instaurar un gobierno comprometido con la ultraderecha oligárquica y empresarial y los Estados Unidos, gobierno inconsistente y frágil, que ha de recoger los escombros de su propia derrota. Felizmente las ideas de la liberación nacional y social no tienen fronteras y ganan la legitimidad que le falta a Alan García en todos sus contornos, siendo, además, un individuo acusado de corrupción, inmoralidad y genocidio desde su primer gobierno. De esta suerte, el terror de perder terreno en la legalidad impuesta desde arriba para mantener la presidencia de la república, se manifiesta en todos los sectores tradicionales del estado oligárquico y plutocrático.
Inclusive lo percibimos cuando el tótem, emblema y fetiche de los falsos socialistas dentro del sistema, de los izquierdistas artificiales, el sociólogo Julio Cotler afirma: “es posible que haya grandes reacciones antidemocráticas” y agrega: “La existencia de un Estado débil, una crisis de representación de las organizaciones políticas, una marcada fragmentación de la población y la conciencia de que existen injusticias, son los principales problemas que enfrenta la democracia en nuestro país.” Y, ¿qué es lo antidemocrático en la mentalidad de él y sus alumnos distinguidos Degregori y el japonesito Tanaka? Pues, nada más y nada menos que la concentración del poder en manos de los líderes revolucionarios respaldados masivamente por sus respectivos pueblos: Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. De que estos sociólogos “progresistas” tienen los valores invertidos, no cabe la menor duda. Para ellos, como para Mario Vargas Llosa, otro de los escuderos del sistema podrido, la democracia ejemplar está en George Bush, José María Aznar, Alan García y Álvaro Uribe; lo antidemocrático está en que el pueblo los rechace mayoritariamente en las encuestas, en el voto popular, en los referendos; o a falta de las consultas directas en las movilizaciones sociales, los paros nacionales, regionales y los bloqueos de las carreteras. El terror, entonces, es el de perder la manija de la manipulación que daría paso a la liberación nacional y social como ocurrió con las defenestraciones o caídas abruptas de los presidentes “democráticos” de Ecuador, Argentina y Bolivia.
Alan García, en el extremo de la manipulación y espantado por la potencialidad exhibida en el paro nacional del once y doce de julio pasado, pidió tregua y propuso para darse oxígeno el “Pacto Social” sin tener en mente un mínimo de vocación de enmienda a su inexcusable primer año de gobierno, donde de la noche a la mañana consolidó la estafa nacional al permutar su programa de “cambio responsable” por uno de extrema derecha que avergonzaría hasta a la propia Lourdes Flores, líder escogida y luego abandonada por la oligarquía y la clase empresarial. Regresadas las aguas a su nivel, pues, luego del sismo del sur chico, hoy el primer rechazo a la continuidad de la alevosa felonía de Alan García es la desaprobación masiva a su gestión en las encuestas, aún maquilladas a su favor; y el segundo rechazo y definitivo, camino a su destitución o renuncia, será el paro nacional de la CGTP, las regiones y el campesinado, programado para el 8 de noviembre próximo. El Perú no puede quedar a la zaga del movimiento continental de la liberación nacional y social, étnica y multicultural, antiimperialista y soberana, cuya misión es arrasar con los políticos tradicionales de la corrupción, la inmoralidad, el servilismo y la defensa de los estados oligárquicos y plutocráticos, excluyentes y abusadores del poder administrativo. La resistencia pacífica y la desobediencia civil deben entrar en el calendario de los próximos meses; o Alan García reestructura su programa de gobierno en función de las demandas políticas y sociales de la mayoría nacional contra el sistema corrupto imperante, imposible imaginarlo en él, o simplemente tendrá que renunciar como De la Rúa en Argentina, Lucio Gutiérrez en Ecuador o Sánchez de Losada en Bolivia.
26 de octubre de 2007
Carlos Angulo Rivas
reppam@mountaincable.net
PORTADA CARLOS ANGULO RIVAS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario