Fecha: Lun, 29 de Oct, 2007 4:53 pm
Asunto: EN... MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES
Gracias Carlos Angulo por tus ideas. En realidad la "satanización", por asi decirlo, de la mujer y del sexo mismo, se da en practicamente todas las sociedades. Recordemos, por ejemplo, a Pandora con su caja (sexo femenino) donde se encuentran encerrados todos los males y que el hombre abre. El caso de Eva y la fruta del arbol del bien y del mal, quizas no hubiera sido tan negativa si es que el medioevo -especialmente- no hubiera condenado tan fuertemente la practica sexual asi como el placer y la alegria misma en toda la sociedad. La mitologia de diversos paises nos muestra casos parecidos que, sin embargo, no han tenido el final que tiene el caso especifico de Eva y la manzana (o la fruta que fuere, que la Biblia no lo dice). Aunque bien esta decir que en China esa fruta es el durazno, que tiene muchos puntos comunes con la manzana en su parecido al organo sexual femenino, sobre todo en momentos especificos del coito. Quedemonos ahi. Gracias nuevamente.
Walter Saavedra.
Carlos Angulo
Para:
De: "Carlos Angulo"
Fecha: Mon, 29 Oct 2007 16:01:26 -0400
Asunto: Re: [interquorum-peru] EN... MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES
Muy buena y completa la crítica de Walter Saavedra. A la novela "Memorias de mis Putas Tristes" de Gabriel García Márquez nunca le encontré ni procacidad ni exageración y menos apología a la explotación de la prostitución infantil. La novela se desarrolla sobre un tema de la realidad del mundo y la psicología, si se quiere machista, influida por las propias demandas de nuestros padres y abuelos instándonos a ser hombres durante la adolescencia, a iniciarnos sexualmente con las mujeres, donde la mayoría de veces la violación ocurre desde ellas, adultas todas, hacia jóvenes imberbes obligados a demostrar su masculinidad. Mentalidad perdurable en el anciano, vida sexual no resuelta, del personaje el Sabio Triste que resuelve celebrar un nonagésimo cumpleaños con una joven virgen, a quien además ni siquiera llega a penetrar.
La prostitución como sabemos es una profesión muy antigua, que no necesita de apologías de ninguna clase. Simplemente existe en todas las sociedades y la fijación con las menores de edad tiene que ver con el tabú de la virginidad, llevado al altar santificado de la cristiandad como se manifiesta estúpidamente en todo lo relativo al sexo como pecado; tanto es así que desde Adán y Eva la maldad está en hacer el amor, llegando a instituir el “pecado original” que sólo es borrado con el bautismo (¿?) La propia prohibición de los sacerdotes católicos a no casarse y hacer votos de castidad, es una decisión vaticana de mentes perversas que eluden con esta aberración, las necesidades del cuerpo humano a través de la represión a los instintos naturales del ser viviente. Aberración de quienes creen ver la santidad, la virtud y la limpieza de los hombres y mujeres en el dogma irreflexivo y maquinal de la religión; sin observar que estas prohibiciones a las necesidades de la naturaleza originan las peores perversiones, depravaciones y fechorías, como son los abusos sexuales ocultos tras las sotanas.
Seguramente la mentalidad pacata de los autores de las críticas negativas a la novela de García Márquez, ha obligado a conclusiones vulgares y fuera de lugar. Y no olvidemos que la obsesión de los hombres viejos por las doncellas vírgenes constituye una práctica común en las costumbres musulmanas. Hombres ricos de más de cincuenta años compran a sus esposas de catorce y quince años, que también sería una forma de prostitución. Y también tenemos a personajes como Juan Domingo Perón pidiendo vírgenes para sus bajas pasiones o como Leonidas Trujillo para lo mismo, ambos dictadores muy bien pintados por los novelistas Tomás Eloy Martínez y Mario vargas Llosa con la Fiesta del Chivo.
saludos, Carlos
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From: Walter Saavedra
To: ahuj-ahuj ; antropologosenred ; bolivia-politica ; Ching Tien Tao ; Cuba politica ; foro centenario ; gato encerrado ; d glocal ; interquorum ; peru ; valetodo
Sent: Monday, October 29, 2007 11:59 AM
Subject: [interquorum-peru] EN... MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES
"MEMORIAS DE MIS PUTAS TRISTES”
DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Walter Saavedra.
“Fui iniciado a la fuerza en las artes del amor poco antes de mis doce años” (Gabriel García Márquez: “Memoria de mis putas tristes” p.104).
Lucía Etxebarria, novelista y ensayista española que vive en México, escribe en su artículo titulado “García Márquez y la apología de la explotación infantil”, una crítica muy virulenta de la obra de Gabriel García Márquez llamada “Memoria de mis putas tristes”. Lo acusa de ser prácticamente un proxeneta de prostitutas menores de edad, de ser quien induce a las niñas a la prostitución. No lo dice de esa manera, pero flota en el aire semejante acusación. No es ella únicamente quien llega a escribir contra García Márquez llena de indignación por lo que creen que es una avalación de la prostitución infantil. Otros llegan a atacar hasta el mismo estilo narrativo que el autor de “Cien años de soledad” tiene en su última novela porque no les gusta el tema tratado ni cómo está tratado.
Debo aclarar que a mí, me gustó “Memoria de mis putas tristes” cuando la leí hace algún tiempo por primera vez. Encontré que su calidad narrativa era la misma, sino mejor, que había caracterizado al popular Gabo (me permito llamarlo así a pesar de no conocerlo, y que me perdone él). La sencillez narrativa de esta novela, va a la par con la claridad y belleza de la temática expuesta. Se trata de un hombre que recurre, como tantos otros hombres, a la prostitución. Lo curioso de este caso es que, a pesar de querer tener sexo con una menor de edad... a pesar de su deseo senil, este hombre no penetra a la menor, a quien vuelve ver una y otra vez, obsesivamente.
Ésta es la exposición, hecha de un modo muy particular, de una problemática que se da en el mundo, donde tantos hombres, especialmente los mayores, recurren a tener sexo con niñas para sentirse jóvenes... para sentirse jóvenes siquiera de esa manera. Esta temática se expone a un mundo donde la vejez es un estigma maldito. La mitología de diversos pueblos habla de este deseo –que se puede vislumbrar en la obra- de prolongar la juventud, de eliminar la vejez, de que no haya muerte (la alquimia y su búsqueda casi perenne de la piedra filosofal no es sino una manera de manifestar este deseo).
En esta novela se hace evidente el culto desesperado de la juventud, la necesidad de vivir aquello que no se ha podido vivir, la necesidad de evitar lo que ya se siente venir. Se ve en esta novela que el hombre desea prolongar la vida obsesivamente por el temor a la muerte, por el pánico al más allá. Los ancianos japoneses, por ejemplo, son unos cultores obsesivos de la búsqueda de las niñas para tener sexo.
El mundo se debate entre el crecimiento desproporcionado del turismo que explota la prostitución infantil y los hombres que van en pos de ella porque quieren sentirse vivos en su ancianidad a través de este medio. Si pues, la búsqueda de las jovencitas, se impone como una fatalidad que muestra que, en las postrimerías de la vida, el hombre quiere obtener lo que no obtuvo nunca: vivir la vida de una manera auténtica. ¿Para qué vive el hombre si solamente encuentra monotonía, conformidad, muerte... si hasta él mismo se siente muerto? ¿Qué de raro hay que la pregunta “qué es la vida” se haga tan frecuentemente en un mundo donde es tan frecuente que los seres humanos no sientan la vida, donde es común que el ser humano no se sienta vivir, es decir, donde se siente muerto, aunque sin que llegue a concebirlo conscientemente de esa manera? Bueno, hasta allí llegaba mi apreciación de esa novelita en mi primera lectura, que no llegó a ser una lectura completa.
Pero, cuando leí la acerba crítica de la Etxebarria, y luego muchas otras que coincidían, en lo esencial, en su critica desmedida contra la obra que yo había leído con tanto gusto, me sentí muy intrigado: “¿Tan mal pude haber comprendido a Gabriel García Márquez? ¿En tanta vileza puede haber caído Gabo y no me di cuenta?” Esta y otras preguntas menudeaban en mi mente. Pero, a pesar de ellas, seguía teniendo confianza en la lectura que le había dado a esa novela tan vilipendiada. Sentía confianza en la integridad de Gabriel García Márquez cuyo retrato, de espaldas –rememorando aquella fecha en que recibiera el Premio Nóbel, vestido de esa manera, precisamente: en la ropa de fiesta de los habitantes del caribe colombiano-, parece ser el que se muestra en la portada del libro, tan malamente vilipendiado. Me di como tarea ir inmediatamente a releer “Memoria de mis putas tristes” para ver qué razón tenía Lucía Etxebarria en aquello que decía. Como se trata de una novela pequeña, no me resultó muy difícil releerla dos veces, por lo que fui subrayándola aquí y allá con lápices de dos colores (un color en cada leída).
Me di con la sorpresa de que lo que se planteaba en esa novela, en modo alguno, tenía puntos de contacto con lo que atacaba tan furiosamente la Etxebarria, sino que era completamente diferente, que era una condena contra el mundo de la prostitución, por todas las secuelas sociales y personales que conlleva y que el escritor colombiano pinta claramente en su novela.
La maestría de Gabriel García Márquez había hecho que no se reparara, así nomás, en lo que quería mostrar. Lo cierto es que él no da ninguna opinión explícita sobre el tema, solamente muestra la vida y en mostrándola podría comprenderla quien la hubiera visto de cerca, quien la hubiera vivido o estudiado, siquiera mínimamente.
Sí pues: Quien lea nuevamente esa novela de García Márquez podrá darse cuenta que el viejo, conocido como Sabio Triste, aquel personaje con que la novela se inicia –donde la apariencia tan festiva es, en realidad, triste, como el apodo que la proxeneta le da- y que se acuesta con una niña a quien llama simplemente Delgadina es también una victima. Es cierto que, aunque no la penetra, la manosea lujuriosamente, especialmente al inicio. Es cierto que hay allí una manipulación de la prostitución infantil. Pero uno no debe quedarse en condenar ese mundo miserable sino también en comprenderlo.
Si, quien lee la novela, reprime su indignación inicial contra lo que aparencialmente se presenta en la primera parte de la novela, si reprime esa indignación contra aquello que nunca dice el autor sino que solamente muestra, si hace eso, recién podrá comprender qué es lo que realmente está mostrando García Márquez sin decir ninguna palabra a favor o en contra.
Va a ser solamente cuando avanzamos en la lectura atenta de “Memoria de mis putas tristes” que nos damos cuenta que el Sabio Triste, es también una víctima de la sociedad. Y es una víctima tremenda. El viejo Sabio Triste, en su niñez, a los 12 años, fue violado por una prostituta. Desde entonces, y como consecuencia de tal suceso, jamás pudo tener relaciones normales con una mujer, jamás pudo amar y su mundo "sentimental" (por así decirlo) se redujo unicamente el mundo de la prostitución. Toda mujer que no fuera prostituta debía recibir dinero de él, aunque luego lo echara lejos de sí. El Sabio Triste estuvo una vez a punto de casarse, pero fue porque una mujer lo había llevado a ese punto sin que él estuviese enamorado.
En la lectura que se haga, póngase atención en todo lo que dice acerca de su madre (la del Sabio Triste), en cómo lo consentía, en cómo era ella, como cómo era él durante su niñez, antes de la violación, para que se den cuenta de la inocencia que tenía este niño en cuya esfera mental no entra nada de aquello que tiene que ver con la prostitución o siquiera el sexo... Su crianza fue muy tradicional donde nada hacía alusión directa al sexo. Y, de pronto, el mundo sexual irrumpe en su vida, con la fuerza destructora de un huracán, para envolverlo y atraparlo sin que pudiera tener siquiera una posibilidad de defenderse: es tan niño, tan inocente, tan ignorante de aquello que le pasa.
Sería bueno que las feministas que atacan tanto a los hombres, en quien ven al culpable de todos los males de la humanidad -cuyo representante excelso siempre ha de ser la mujer en quien ven a la inocencia personificada siempre-, sería bueno digo que ellas se preguntaran cuál es la problemática sicológica que deja en los hombres el iniciarse sexualmente con una prostituta. ¿Acaso no saben que la iniciación sexual de los jóvenes –ya no digamos de los niños- con una prostituta tiene unas secuelas psicológicas terribles, que son muchas esas secuelas y duran largo tiempo, interfiriendo negativamente en sus relaciones amorosas y sexuales (que no son necesariamente lo mismo)? Gabriel García Márquez no dice nada de esto, no dice nada... solamente lo muestra, con un patetismo tremendo, estremecedor. La novela presenta, descarnadamente lo que existe en la sociedad con tanta profusión: la prostitución infantil y las consecuencias que tiene en un niño la iniciación sexual mediante una violación.
Una mujer, Rosa Cabarcas, que regenta un prostíbulo, se ofrece a buscar a la niña que el anciano desea tener. Esta mujer que regenta un prostíbulo... ¿es víctima o es victimaria, es inocente o culpable de ser proxeneta? Si se lee bien el texto, resulta siendo ella quien exacerba los deseos del Sabio Triste y cuando éste quiere echarse atrás, le urge a que siga adelante. Y relacionándose con esta niña, a quien nunca ve despierta, este hombre nonagenario, que fue violado de niño, en un prostíbulo, conoce el amor, pasados 68 años de ese cruel suceso... también en un prostíbulo. Será una prostituta quien le hace ver su amor por la pequeña Delgadina, un amor que él no sabía, o no quería, reconocer. Recuérdese que la Cabarcas llega un instante a clamar que hubiera deseado alguna ver haber sido amada así, como el Viejo Triste amaba aDelgadina.
Algo que le hicieron a ese niño inocente, tuvo el niño, la víctima, que pagarlo 68 años de su vida, y fue condenado a conocer el sexo pero no el amor, fue condenado al sexo prostibulario. Este ser humano solamente en un prostíbulo puede enamorarse de una niña a quien no puede tocar su virginidad... no puede hacer algo similar a lo que hicieron con él a una edad casi similar a la que tiene la niña a quien llama Delgadina (apenas dos años mayor es ella de la edad que él tuvo cuando lo violaron y él no se atreve a violar a esta niña virgen). Finalmente se puede apreciar que trata de Delgadina con un amor que nunca conoció.
La alusión al caso de Delgadina y su padre (el rey) que abusa de ella sexualmente, es muy claro para hacernos comprender que el Sabio Triste ve en ella una chica que podría ser su hija, que a pesar de tocarla lujuriosamente –y esto es solamente al inicio porque después solamente quiere cuidarla, y ya no hay lujuria en él sí, acaso, erotismo- no puede penetrarla. ¿Acaso será cierto que la ve como una hija, como señala la canción titulada “Delgadina”? ¿O es una forma de decirse que “podría ser su hija”?
Los elementos malsanos que se retratan en la novela, son contenidos por otros elementos morales que, aunque no presentados explícitamente, son suficientemente claros para permitirnos comprender que hay en él una serie de pensamientos y actitudes contradictorias que lo impulsan en una dirección y lo llevan también en otra dirección. Se muestra que el hombre no es solamente pensamiento sino también acción, pero que el pensamiento y la acción no necesariamente coinciden, no necesariamente son claros, no necesariamente son comprendidos por el individuo en quien se manifiestan de manera oscura...
Piénsese en los padres que golpean violentamente a sus hijos, que los queman terriblemente, para enseñarles a no hacer algo negativo para ellos, para “educarlos”. En la mente de esos padres no existe la clara idea de que les están haciendo daño... o si existe no se pueden controlar. La mente y la acción se han separado completamente. Hacen algo que ellos mismos saben que está mal, pero que no pueden evitar, ni siquiera pueden decir que está mal porque su mundo psicológico esta distorsionado. Ellos quieren a sus hijos y pretenden darle amor... pero solamente consiguen dar sufrimiento, golpes, tristeza, martirio... La mayoría de quienes contemplan esas acciones solamente ven lo aparente: que un niño ha sido cruelmente tratado, no ven lo que está pasando en la mente de quien le ha ocasionado ese trato cruel.
Es terrible que en nuestras sociedades, en nuestro tiempo, el amor se traduzca de una manera tan cruel, donde se causa sufrimiento cuando se busca evitar que sufran, donde se lleva a la muerte a esos niños cuando se intenta protegerlos de todo mal. En el Viejo Sabio, en cambio, vemos a un hombre senil que quería hacer un daño a una niña virgen y no puede sino darle amor... aunque sea también un amor distorsionado. Pero la niña, que no lo ve nunca, termina enamorándose también de él.
Es una historia muy muy triste, la que se narra en “Memoria de mis putas tristes”, una historia que pone al desnudo la explotación infantil y todo lo que sucede en torno a esta explotación. Es una historia que pone al desnudo el mundo de la prostitución y sus características negativas para el hombre, que no solamente para la mujer que se ve obligada, en la mayoría de los casos, a prostituirse.
García Márquez, en esta novela, de acuerdo con la línea que fijara en su novela “Cien años de soledad”, no da ninguna opinión sobre el asunto, se limita a pintar el cuadro y -como dijo muchas veces- deja que los lectores interpreten lo que él toca en sus obras. No lo condenaron por usar este estilo en “Cien años de soledad”... ¿por qué lo condenan ahora? Qué se sea consecuente y hagan trizas también esa novela que se sigue aún considerando su mejor obra.
Ambas novelas, a pesar de la distancia que las separa y del evidente cambio que surge de la madurez del autor, tienen en común el utilizar los elementos característicos de la cinematografía: la presentación de imágenes más que de pensamientos. El autor deja que el lector piense y saque sus propias conclusiones teniendo en cuenta las imágenes que se le presentan. Hay muchas obras de Gabo que no he podido leer, como muchas personas, me imagino.
No puedo hacer, ahora, una comparación de esta novela vilipendiada teniendo en cuenta sus otras obras, sino solamente ésta que él prácticamente repudia al no considerarla como buena obra, al no considerarla, sino, como su mejor obra: cuando llegaba algún visitante a su casa, que él quisiera regalar con una obra suya, no escogía “Cien años de soledad” sino esa otra que nunca pude leer (la comenzaba y luego la dejaba porque me aburría, lo que no quiere decir que sea mala, por supuesto) que se llama “El otoño del patriarca”. El mundo contradijo siempre a García Márquez. Y ahora que él ha escrito sus memorias en “Vivir para contarla”, podemos apreciar todo lo que su vida ha proporcionado como materia prima a esa novela que todo el mundo considera vital para que le fuera otorgado el premio Nóbel.
En “Cien años de soledad”, se tocan aspectos sórdidos en lo sexual que bien podrían ser condenados por cualquier moralista. ¿Por qué no se hizo tal cosa cuando salió a la venta? Muchos aspectos hay en ella que son similares a esta obra que tanto apasionamiento contrario despierta. ¿Es que los hombres no son violados por las mujeres en la realidad? ¿Es que los jóvenes no comienzan su vida sexual con prostitutas, siendo muchos, incluso, enviados por sus propios padres? ¿No se presentan esos casos? Nadie protestó por lo que se decía en “Cien años de soledad”... pero aun puede protestarse... ¿no?
Yo veo –repito, pues nunca será demasiado repetirlo- una condena, en “Memoria de mis putas tristes”, una condena clara y contundente a la prostitución infantil y a ese mundo sórdido de la prostitución, que aleja del amor a un hombre durante toda su vida, de ese mundo sórdido que causa tantos traumas a los jóvenes que se inician sexualmente con prostitutas. Yo veo una condena firme al mundo alienante, en su conjunto. Yo veo, en esa novela, el planteamiento del problema para ayudar a la búsqueda de su solución.
No sé cuáles fueron las intenciones reales del autor, ya no creo que interese mucho. En estos casos, la obra adquiere una personalidad que va más allá de lo que su creador quiso insuflarle. Un novelista puede fantasear mucho acerca de su novela, y todo lo que concierne a ella, cuando trata de explicarla... y alejarse enormemente en ese intento del mundo que ven sus lectores y críticos.
Evidentemente, quienes critican –como Lucía Etxebarria, curiosamente una novelista y ensayista- tan malamente la novela “Memoria de mis putas tristes”, no han calado aún en lo que es una novela, sino que solamente se dejan llevar por su sentimentalismo. Esto hace que malinterpreten lo que se muestra en esa novela, que es mucho más patético de lo que se piensa.
Si hacemos una incursión analítica en aquello que constituye el mundo, la sociedad, tendremos que apreciar que no es la mujer, solamente, quien es usada, es también el hombre. Es una forma de la explotación del hombre por el hombre. Y no es solamente el hombre el culpable, es también la mujer: ambos están contenidos en la abstracción “hombre” de las líneas inmediatamente anteriores.
Los niños, en este contexto social -siendo el elemento social más frágil-, son utilizados y no tienen escapatoria porque no se lo permiten su edad, sus necesidades, la problemática familiar, la particularidad de la sociedad de nuestro tiempo, ninguno de los elementos existentes en la sociedad se los permite.
La sociedad está enferma, y se tiene que extirpar de ella la podredumbre social que la corroe, pero no quiere decir esto que se tenga que liquidar a los hombres o a las mujeres para dejar únicamente a los niños. Esa no es ninguna solución. Tampoco es una solución el hacer caso a algunas mujeres –feministas extremas- que solamente ven en la realidad lo que sus anteojos oscuros les permiten ver: nada.
Ya es tiempo que nos demos cuenta que hombres y mujeres somos culpables por igual, que hombres y mujeres somos víctimas por igual, que hombres y mujeres tenemos que buscar la solución mancomunadamente a todos los males que nos aquejan. ¡Vamos! ¡No se dejen guiar por prejuicios tontos!! Lean bien lo que se dice en la novela llamada “Memoria de mis putas tristes” y luego opinen.
Todos compartimos el terror frente a la explotación infantil. Todos estamos de acuerdo en repudiar la prostitución infantil, cada día mas extendida. Pensamos que el combate contra la pedofilia no se ganará si se sigue combatiendo a los hombres individualmente y no se ataca el fenómeno como parte de un mundo enfermo, en el que las mujeres están inmersas como protagonistas y explotadoras y no sólo como explotadas.
Es claro que pintar una situación determinada, sin opinar abierta y explícitamente, no hace a nadie cómplice de nada y menos de esa lacra como es la prostitución infantil. Peor aún cuando Gabo pinta las escenas claramente para decirnos en imágenes todo lo terrible que es ese mundo y lo horrible de sus secuelas en el hombre. Tengamos claro que una novela no tiene que ser un tratado de nada. Pinta una realidad, si se quiere, como lo hace Gabo: sin opinar explícita y abiertamente, para que los lectores descubran lo que hay detrás de todo lo que se pinta en ella.
Gabriel García Márquez hunde a los lectores en un laberinto sin salida aparente, muchos se han visto encerrados en él. Pero también en ese laberinto esta el hilo de Ariadna que conduce a la salida. Solamente se tiene que leer con cuidado. Cuando esosucede, recién acontece que todos pueden ver en esa novela la terrible realidad que vivimos.
¿Qué quieren? ¿Que Gabo escriba como nos gustaría a nosotros? ¿Somos quizás novelistas? Y así lo fuéramos, cada quien tiene su propio estilo de novelar. No podemos imponer nuestros gustos, nuestros criterios a otros. Nunca ha sucedido esto en quienes son creadores, como lo es García Márquez. El creador hace su propio camino, lo hace al andar. Y él nos muestra que es capaz de caminar de manera original.
La novelista y ensayista española Lucía Etxebarria debe saber más que nadie que esto que decimos es cierto. A menos que ella permita que otros se metan a decirle cómo debe escribir sus novelas, en cuyo caso no debe hacer de esa práctica algo que todos deban hacer.
Manuel González Prada, ese gran anarquista peruano, dijo una vez: los jóvenes a la obra, los viejos a la tumba. ¿Los viejos a la tumba? ¿Y toda la experiencia debería irse con ellos también a la tumba? Evidentemente esto lo dijo cuando era joven, porque en cuanto llegó a viejo él quería seguir viviendo... y bien lejos de la tumba.
Esa distancia y lucha generacional –que se nota en las palabras del joven Manuel González Prada- no debe ser llevada al extremo. Existe y no queda más remedio que reconocerlo, pero tampoco se deben propiciar esos postulados, que dejan a los jóvenes al frente de todo y... dejan de lado la experiencia de los viejos. Quien así habla, lo hace no dándose cuenta que él también llegara a viejo alguna vez. Y quien piensa así no puede dirigir una sociedad... y que nos perdone González Prada por quien tenemos un gran respeto y una enorme admiración.
Ataquemos la vida que nos muestra Gabriel García Márquez, no a él, no ataquemos a quien nos permite ver esa vida terrible. Su novela es una clara condena de ese mundo que muestra. Y como dijera el Cristo: quien tenga ojos para ver que mire.
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