De: Walter Saavedra - ching_tien_tao@yahoo.com
Fecha: Sáb, 17 de Nov, 2007 4:37 pm
Asunto: VAPORCITO ENCANTADO
VAPORCITO ENCANTADO
Walter Saavedra
"Vengo a verte pasar todos los días,/vaporcito encantado (...)/ ¡Tus ojos son dos rubios capitanes! (...)/ vaporcito encantado." (César Vallejo, "Bordas de hielo").
"Entre la sombra y el alma (...) se cierran tus ojos con mi sueño." (Pablo Neruda, "Soneto XVII").
Vengo sin darme cuenta que estoy. Vengo sin saber que llego. Vengo sin saber que soy. Te miro sin saber que estás. La mañana. Te busco sabiendo que estás. No te encuentro. La tarde. La cabeza me da vueltas desde que llegué sin saber que había llegado. Aún no sé que ya he llegado. Me voy a descansar. En la noche vamos a una boda. En mí bulle la eterna idea de la partida. Al otro día yo salía para emprender el siempre realizado viaje. Conversé un instante con la memoria del olvido. Buena amiga. Tu imagen huyó de mi lado, de este lado del que jamás de separa. Estabas dentro de mí, y estando así olvidé tu nombre… ¡Lo olvidé, olvidé tu nombre por completo, me olvidé de mí mismo, dejé de existir! ¿Dónde estabas cuando quise pronunciar tu olvidado nombre dónde? ¿Dónde me encontraba yo sin estar a tu lado? ¿Dónde estás vaporcito encantado dónde? Quiero que me lleves, vaporcito encantado, a otros mares donde las tormentas no sean sino apacibles vientos que desembarcan en tu mar. Siempre en tu mar. He querido macharme, marcharme vaporcito encantado, he querido marcharme sin mirar atrás, raudamente, al País de Nunca Jamás. He estado cerca de llegar. Caminé mucho en el umbral de mis días vaporcito encantado. He visto ante mí presentarse las puertas del futuro que encierran tus más hermosas sonrisas. Me he detenido un instante en el cual llegaban a mí la miel de tus ojos eternizantes. Entonces, vi que todas tus puertas se abrían para dar paso a mis sombras martirizadas. Sin embargo, yo no podía pasar aunque sentí que cruzaba tus umbrales, que eran los más hermosos. Mis sombras se diluían en un mar de agradables sabores. ¡No podía cruzar! Mis labios estaban atormentados con los rayos inclementes del sol que tus ojos despedían. ¡Oh! ¡Qué de capitanes crueles se esconden en la hermosura de tu mirar inclemente! Los soles, tus soles, estaban en lo más alto de su cenit. Pero, nada quemaba tanto -en ese instante en que tu vida se ensañaba con mi vida-, nada quemaba tanto como los recuerdos que ulceraban mis labios, aquellos recuerdos en que me veía a mí mismo pensando en tus labios, cual brevísimos pañuelos, prestos al beso fugaz de la cruel partida. Yo caminaba con la creencia cierta de que, al alejarme, todo volvería a ser como antes fue. ¡Oh iluso de luengos espejismos creados en mis desiertos endunados! Aunque, no he de negar que marchara sabiendo también que nada nunca volvería a ser como antes fue. Yo sabía hacia dónde tenía que ir. Yo ignoraba hacia donde me dirigía. No había nada en mí. Ni camino. Ni meta. Ni victoria. Ni derrota: No había nada cuando emprendí el camino por la senda inexistente, por el camino no creado. Marchaba decididamente para llegar cuanto antes puesto que nada interrumpía mi marcha. No tenía recuerdos. Se me habían perdido todos los recuerdos en un determinado instante de mi marcha. Llegué a ser simplemente marcha yo mismo. Marcha. Y marchaba sin poder mirar hacia atrás. Todo lo que veía, todo lo que yo era, estaba adelante y terminaría atrás en un pasado que jamás viví. De pronto, el inexistente camino se volvió centro de luz. Me alegré muchísimo de que la luz estuviera alumbrando mi camino. Antes rodeado de tinieblas. Las tinieblas emergían a pesar de que la luz se sentía irradiar desde todos lados. Yo no la podía tocar. Aún así caminaba alegre. Caminaba pues alegre. Alegre. Sabía que estaba llegando adonde antes no había estado e iba con la alegría impregnada en mi pecho. Mi corazón daba tumbos haciéndome saber que también estaba contento. A esta edad, me dije, a esta edad en que los días están acicateando mis noches, a esta edad en que los sueños hacen suyos mis sueños, a esta edad en que conviértense mis palabras en impresos jamás leídos, a esta edad voy sintiendo lo que antes había sentido sin la intensidad del hoy. Miraba para todos lados. Verificaba que todo estuviese bien. Que no vivía una noche de pesadilla con este sueño hermoso. No. No. Todo estaba bien. La vida se sentía bullir en todo instante en mí y en todo aquello que me rodeaba a pesar de encontrarme solo. De pronto... De pronto una voz desconocida se dejó escuchar. Una voz. Una figura. Una imagen conocida de mí por siempre. No escuché lo que decía. Lo comprendía todo bien sin darle crédito. Mi sorpresa duró hasta que se acabó. Hasta ahora dura. Hasta ahora dura la sorpresa. El que parece estar acabándose soy yo. Ya no sé qué es lo que dice la voz. La voz se deja escuchar diciendo lo que no comprendo. Miro. No veo nada. Mi mirar está dirigiéndose hacia el jardín donde juega un pequeño pajarillo. Almuerzo en silencio. No estoy solo. No era el silencio del cine donde tropezamos. Llegamos tarde a la boda. ¿Lo recuerdas? La novia quedó vestida y alborotada. En lugar del infante se presentó el junior. ¿Qué importa? La cocacola no se cayó. ¡Qué risa! El filme no concluía. Nos alejamos pensando que había terminado sólo porque decía “The end”. En el mismo lugar donde vimos el colibrí, allí mismo, este otro pajarillo me ha hablado con su suave trinar. No quisiste mirarlo. Querías mirar la puerta. Yo te miraba a ti. He recordado a César Vallejo: "Trilceeeeeeeeeee, trilcceeeeeeeeeee" y me he dicho también yo: "trino dulcceeeeeeeeeee, trino dulcceeeeeeeeeee". ¡Qué de tristezas no lleva encerrado ese trino dulce vallejiano! No quiero hablar de amor. El amor no quiere hablarme a mí. ¿Tan distante estás que siempre llegas cuando ya te has ido? ¿No podías esperarte un momento? Por suerte estoy yo aquí para recibirte. No te preocupes que sola no estarás. Cuando te haces presente me encuentras esperándote. Ha desaparecido el mundo en tu seno. Comienzo a vivir, como el recién nacido, de la vida que me proporcionan tus pezones de luz. ¡Qué beso más hermoso jamás dado en el seno de la vida! ¡Qué luz más preciosa en la hondura de tu pecho! ¿Dónde estás ahora que tus manos veo tendidas hacia donde no me encuentro? Estuve cerca de la sonrisa sideral que en tus ojos concibo eternizantes. ¿Dónde estás ahora que he partido hacia donde no termino de llegar? Tengo a la vista el País de Nunca Jamás. Pero no es Campanita aquella que se levanta graciosamente como un ave graciosa y de suave y dulce trinar, no es Campanita la que me espera. He podido contemplar a Alicia, en su alcoba, multiplicándose dentro de los espejos que rodean tu sonrisa. Es Alicia y está en el País de las Maravillas. Tu país de ensueño. Tu país interior. Tú dentro de ti. Las fotos que rehúyes en un retintín hermoso. Te noto preciosa cuando te escondes para que no haya fotos. Entonces pienso que no es el conejo quien espera sino el Gato con Botas. Clamé con un grito desesperado que los gatos no me gustan, no me gustan los gatos. He sido Pedro una vez más. Pedro. Yo también amo la mar. No fui pescador. Amo los peces. Amo los vaporcitos que navegan hermosamente meciéndose en las olas de ese mar que es tu mar. Vaporcito encantado... ¿Vaporcito encantado, estás esperándome para partir? ¿Adónde irás? ¿Adónde iremos? Quiero navegar en las olas del mar. Tu mar. Quiero navegar en este vaporcito encantado que eres tú. ¿Has visto lo graciosamente que navegas vaporcito encantado cuando caminamos juntos? No puedo mirarte porque me pierdo en ti. No te adeantes. Tengo que alcanzarte. No te adelantes. No puedo contemplarte. Tengo que mirar a cualquier otra parte para no perderme en tu vaivén de fuego mágico, vaporcito encantando. ¿No sabes ya que tus ojos son dos capitanes? ¿Por qué no dan la orden que espero para partir? Señores capitanes... comiencen a cumplir su función. ¡Ordenen la partida! Quiero partir para llegar pronto. Ya me estoy yendo y, sin embargo, termino donde he comenzado. Este es mi destino. Es mi lugar de llegada siempre el mismo del lugar donde parto. Por eso quiero iniciar el viaje ya vaporcito encantando. Quiero comenzar el viaje. ¡No lo dilates más! Mirándote a los ojos estoy rehuyendo la vida que viene a mí. Me duele tenerte tan cerca y no poder asirte entre mis brazos cuando tengamos que partir. ¿Hacia dónde partirá el vaporcito encantado de mis ilusiones? El vaporcito encantado ha de partir hacia donde tú te encuentras porque ese vaporcito encantado eres tú. ¡Y quién sabe si llegaré! Ahora solamente ahora, ardiendo mi pecho con tu mirar, puedo exclamar: Vaporcito encantado ¿dónde están tus rubios capitanes, dónde? ¿Por qué no los puedo contemplar cuando lejana estás? ¿Por qué, vaporcito encantando, has anclado en mi puerto y no logro verte? ¿Por qué jamás estás lejana? ¡Qué no se escondan tus hermosos capitanes mi vaporcito encantado! ¡Qué no se escondan! ¿Acaso no te has dado cuenta que son ellos los que me han de dar la orden de partir para poder quedarme? ¿Acaso no te has dado cuenta que son ellos los que me han de dar la orden de llegar? ¿Acaso no te has dado cuenta que no puedo apreciar nada sino es a través de tu mirar? Yo, hijo de pescadores, tengo que regresar a la vida en ese vaporcito encantado que navega hacia mares extraños a mí mismo donde me encuentro y donde soy aquel que deviene diferente al que es. ¡Vaporcito encantado quédate en mi puerto! ¡Zarpemos juntos hacia mares ignotos donde solamente los dos existamos! Un día podremos decir que la realidad jamás existió porque yo mismo no existía. Yo mismo no existo si es que aquello por lo que clamo tampoco existe... Y es por ti que clamo... ¡Por ti clamo vaporcito encantado por ti clamo! Por ti clamo vaporcito encantado jamás lejano. Jamás lejano… Vengo a verte pasar todos los días sin que puedas moverte más allá de donde me encuentro porque estás dentro de mí mismo, vaporcito encantado jamás lejano. Jamás lejano… Fuimos por el colectivo. Un helado, un taxi, un cuidate. Y me fui… para partir después de ti. ¿Te acuerdas cuando cruzamos junto al pozo sin que la rana pudiera darse cuenta de nuestra cercanía? Marchaste hacia tu rutina. Yo me fui a dormir para olvidar que existes siempre que estoy despierto porque cuando sueño… cuando sueño vuelvo a vivir vaporcito encantado porque solamente sueño cuando estoy a tu lado. ¡Qué de sarcasmos tiene la vida! ¡Llegar a la hora de la muerte sabiendo que se tiene que vivir! ¿Dónde queda la Plaza de Armas? Ya me perdí.
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