García propone reforma tributaria al revés
Humberto Campodónico
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El presidente García ha anunciado en estos días una serie de iniciativas a favor de la inversión privada, entre ellas, la reducción de aranceles para "disminuir costos de producción y evitar cuellos de botella en la industria", así como también la reducción gradual del impuesto a la renta a las empresas que reinviertan sus utilidades "para garantizar que la masa de recursos que se obtiene vuelva a la producción".
Quien lee estas declaraciones podría pensar que el Perú está atravesando una situación pésima y que necesita una panoplia de incentivos para que aumente la inversión. Pero eso no está sucediendo. La inversión privada va a aumentar 11% en el 2007 con respecto al 2006 (más que el PBI) y ha crecido 69% desde el 2002. Y las importaciones de bienes de capital van a crecer nada menos que 33% este año con respecto al 2006 (5 veces más que el PBI) y han crecido 200% desde el 2002.
No solo eso. Ya hubo una rebaja arancelaria de los bienes de capital el año pasado, cuando se redujeron 2,894 partidas del 4 al 0%, con un costo para el fisco de US$ 259 millones anuales, según el MEF. Esto se hizo cuando el sol ya había comenzado su fuerte apreciación con respecto al dólar (que se ha acentuado en el 2007). Esta apreciación significa un abaratamiento de las importaciones mucho mayor que los aranceles que se piensa rebajar.
La propuesta significa no otra cosa que favorecer a los empresarios en plena época de bonanza. Según Gerens, a marzo del 2007, la rentabilidad de las empresas de la Bolsa alcanzó el 32.2% anual, la tasa más alta de los últimos 16 años. Como la rentabilidad expresa la relación entre la Utilidad Neta y el Patrimonio, se recupera en 3 años el íntegro del patrimonio, lo que normalmente toma 10 años o más. ¿Y encima se les quiere rebajar los aranceles?
Vamos ahora al impuesto a la renta (IR), que actualmente es de 30%, con un 4% adicional para las utilidades que se reparten a los accionistas. La propuesta es rebajar el 30% del IR a los empresarios que reinvierten sus utilidades, con el objetivo de "animarlos" a reinvertir. Al mismo tiempo, se va subiendo la tasa de 4% a las utilidades que se reparten a los accionistas. Esta propuesta tiene un nombre: es una reforma tributaria a favor de los ricos, algo que el propio John Williamson, creador del Consenso de Washington, tuvo del coraje de autocriticarse en el libro "Después del Consenso de Washington" (ver www.cristaldemira.com, 3/6/03).
Perú tiene una de las estructuras tributarias más injustas de América Latina pues la reforma de 1991-92 privilegió los impuestos indirectos (IGV, selectivo al consumo, que son pagados por todos, ricos y pobres) y redujo los impuestos directos, es decir, los que se cobran a las utilidades y/o al patrimonio individual. Así, en el 2006, el IGV y el ISC representaron el 56% de los Ingresos Tributarios del Gobierno Central.
Si se rebaja el IR a las empresas, esta proporción crecerá, acentuando la desigualdad. Y alimentará el déficit fiscal cuando vengan las vacas flacas. Pero el mediano plazo le importa poco al gobierno. Tampoco hizo la reforma tributaria el año pasado, pues prorrogó la exoneración a las ganancias de capital en la Bolsa de Valores, a los tenedores de bonos, a los ahorristas de más de S/. 700,000 y no puso el impuesto a las sobreganancias. Lo que sí hizo fue eliminar las exoneraciones en la Selva (a los pobres sí se les elimina todo). 2 varas y 2 medidas.
Para los empresarios, que hoy gozan de las utilidades más altas de su historia, por lo que no es necesario ningún incentivo para la reinversión, este gobierno es una tómbola a su medida: todos los números que saca, tienen un premio para ellos.
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