martes, 13 de mayo de 2008

admirable la hondura y a la vez la sencillez de Javier Heraud: Cornejo Polar

De: Walter Saavedra - ching_tien_tao@yahoo.com
Fecha: Mar, 13 de May, 2008 8:12 am
Asunto: admirable la hondura y a la vez la sencillez de Javier Heraud: Cornejo Polar

Por Marco Martos

Dolor y esperanza de Javier Heraud


Semblanza
Javier Heraud (1942-1963) es un poeta emblemático de los años sesenta. Su libro El río (1960) apareció como las verdaderas novedades literarias, sin hacer ostentación de su condición; el poeta tomaba ese símbolo de la tradición filosófica y literaria que pertenece a lo que llama la lógica paradójica, según la cual las palabras estrictamente verdaderas, parecen justamente paradójicas. El río de Heraud es cristalino en la mañana y luego baja con furia y rencor. El poeta continúa la tradición de Jorge Manrique, poeta español del siglo XV, que compara nuestras vidas con los ríos, seguida por Antonio Machado, quien dijo que la vida es como un ancho río y por T. Eliot, que compara al río con un Dios pardo, adusto, indómito, intratable.

La novedad perceptible del libro es el contenido dramático que Heraud confiere al viejo símbolo. La voz que escribe se trasmuta en río y, aparentemente con el mismo capricho con que las aguas bajan de las alturas, va alineando los versos cuidadosamente libres, anunciando las cualidades contradictorias de las que el río viene poseído.
Yo soy un río, voy bajando por las piedras anchas, voy bajando por las rocas duras, por el sendero dibujado por el viento. Al final el río habla de la necesidad de mezclar sus aguas limpias con las turbias del mar, de silenciar su canto, de tener que abandonar mucho de lo querido, campos fértiles, nuevas aguas luminosas, nuevas aguas apagadas. Heraud trae en ese pequeño texto una frescura personalísima, un modo de hacer poesía transformador de los símbolos tradicionales. En ese mismo año de 1960 Heraud ganó un importante premio para escritores jóvenes. Con su libro El viaje compartió con César Calvo los lauros del concurso "Poeta joven del Perú" convocado en Trujillo por la revista Cuadernos trimestrales de poesía. El libro apareció en 1961 y fue el último que alcanzó a ver a Javier Heraud. En esta ocasión el poeta asume su "yo personal"; sigue atraído por los elementos naturales, el mar, las vertientes, pero el transfondo es el de un hombre madurando a trancos, fatigado prematuramente, que va a encontrarse con los suyos para cumplir involuntariamente con el rito de la despedida. Unos de los poemas más hermosos por su hermosa factura y su honda nostalgia es Mi casa muerta. El éxito de sus dos primeros libros fue para Heraud un viaje rápido, un partir sin despedirse "porque en su corazón no cabían más flores" como lo dijo en uno de sus textos. Heraud no tuvo mucho tiempo para corregir sus poemas posteriores. Sabemos sí por su Arte poética, que concebía a la poesía como trabajo de alfarero, arcilla que se cuece entre las manos, arcilla que modelan fuegos rápidos.


Breve comentario sobre la poesía de Javier Heraud
Un río (el río) antropomorfizado en un poema narrativo y dramático

Jorge Cornejo Polar


Para una lectura superficial o poco atenta la poesía de Heraud puede parecer extremadamente simple y desnuda casi por completo de artificios poéticos. Pero esa es una impresión engañosa que se desvanece a poco que una más morosa lectura permita un acercamiento más profundo y completo a la breve obra de este poeta (5 poemarios, menos de un centenar de poemas). Sorpréndenos entonces la tensa voluntad de estilo, la clara intención de técnica que se manifiestan no sólo en la cuidada construcción de cada libro o en la delicada arquitectura de cada poema, sino también en el uso seguramente deliberado de un variado repertorio de instrumentos antiguos y modernos del oficio literario.
Precisamente por eso la vía del análisis de los procedimientos poéticos puede conducir en el caso de la obra de Heraud a un progresivo develar de sus más secretas estancias y a una bien orientada aproximación a las claves de su concepción del mundo y de su actitud ante la vida, especialmente si se la acompaña con un esclarecimiento de las principales líneas temáticas de la obra del poeta.
Tal es la empresa que este estudio pretende cumplir aunque -cierto es- en forma solamente parcial.

- Los Símbolos en la poesía de Heraud
Enseña Carlos Bousoño que la figura literaria llamada símbolo se da cuando el poeta pretende expresarpor medio de la referencia a un algo u objeto -que es el símbolo mismo- un otro mundo o territorio real -que es lo simbolizado-:. Lo más característico del símbolo viene a ser "lo difusamente que divisamos el territorio real guarecido tras él". Este mundo real al que el poeta alude sólo es determinable de modo genérico, no específico. El lector conoce el género de realidad que expresa el símbolo, pero no puede precisar con toda exactitud y certeza la especie a la que tal realidad pertenece. Así, explica Bousoño, en un poema de Unamuno en que se habla de un voraz buitre que devora las entrañas del poeta, este buitre es símbolo de ciertas angustias, inquietudes, problemas del poeta que desgarran y destrozan su espíritu.
Concebimos entonces "in genere" la realidad a que el símbolo se refiere -aquellas angustias, dolores, inquietudes- pero no alcanzamos a descubrir su exacta naturaleza. Este es el caso general de funcionamiento del símbolo, es decir el llamado símbolo monosémico. Pero hay también otra clase de símbolo -más complejo y de mayor riqueza expresiva- a la que Bousoño denomina símbolo bisémico. Consiste en que cuando el poeta recurre a un objeto para por medio de él simbolizar algo, utiliza tal objeto no sólo como instrumento o medio de expresar otra realidad que se esconde tras él, sino que simultáneamente se refiere a dicho objeto en su significación propia. Así es un poema de Machado en que se describe un estanque de oscuras, mortecinas aguas, hay símbolo puesto que por medio de tal descripción el poeta quiere mentar sentimientos de tristeza y amargura simbolizados en el agua muerta del estanque, pero es símbolo bisémico porque a la vez el poeta está pintando en realidad a un estanque y a sus aguas, con tales o cuales características. El objeto escogido cumple, pues, una doble función, está al servicio de la bisemia del símbolo.

En la poesía de Javier Heraud creo descubrir como una de sus más significativas constantes la tendencia a la figuración simbólica plasmada fundamentalmente en tres direcciones: el viaje, el río, el otoño.

A) Un símbolo bisémico: el otoño.......................................................................

B) El río: símbolo monosémico..............................................................

Si en el caso del otoño, la filiación literaria de la figura parece razonablemente clara: se trata básicamente de un símbolo, no ocurre lo mismo con el río -otra de las constantes de la obra de Heraud- que a ratos se ofrece como una visión pero más generalmente y más fundamentalmente como un símbolo, esta vez del tipo monosémico.
Visión es, siguiendo siempre la lección de Bousoño, "la atribución de cualidades irreales a un objeto" y en ese sentido cuando Heraud se asigna claramente las características de un río estaría, pues, plasmando una visión. Pero la dualidad poeta-río considerada como un conjunto es evidentemente un símbolo de la vida, principalmente y también del cosmos, la humanidad y la creación artística. Este complejo recurso poético -una figura en dos tiempos en realidad- se da en "El Río", el primer libro que publicara Heraud.

Son nueve estrofas que en este caso significan nueve etapas en la elaboración de un amplio edificio de imaginación o si se prefiere nueve enfoques distintos hacia un solo punto.

En la primera son la violencia de la corriente del río, el duro golpear de sus aguas, los pilares en que se sienta la composición: "voy bajando por las piedras / voy bajando por las rocas duras... / bajo cada vez más / furiosamente / más violentamente". Esta primera estrofa es también una muestra de cómo dentro de la arquitectura general del poema El Río simbólica y visionaria, Heraud despliega otros recursos técnicos de alcance más restringido pero de similar eficacia expresiva. Tal el caso de los encabalgamientos que suceden (en esta y en las siguientes partes del poema) cumpliendo la función que les es habitual: reforzamiento de la expresividad de la parte final del verso, el fragmento encabalgado. Asi en: "bajo cada vez más / furiosamente" donde es este último contenido el que resulta realzado.

La segunda sección se contrapone a la primera porque aquí la incidencia es sobre la ternura, la delicadeza, la generosidad. Desde el comienzo estas connotaciones se muestran: "soy un río cristalino", para continuar después: A veces soy / tierno y / bondadoso. / Me deslizo suavemente / ...doy de beber miles de veces / al ganado, a la gente dócil...". (Repárese en el encabalgamiento usado nuevamente con profusión).

El tercer paso marca un retorno a la fuerza esta vez desatada, a la rudeza: "pero a veces soy / bravo / y fuerte / pero a veces / no respeto ni / a la vida ni a la / muerte... bajo con furia y con / rencor... golpeo contra las piedras más y más / las hago una a una pedazos interminables...". "...Los animales huyen, huyen huyendo (típica reiteración, muy usada también por Heraud) cuando inundo casas y pastos, las puertas y sus corazones, los cuerpos y sus corazones".

En su primera mitad la cuarta etapa es como una ampliación sumamente sugestiva de lo anterior: "Y es aquí cuando / más me precipito / cuando puedo llegar a los corazones / cuando puedo / cogerlos por la / sangre / cuando puedo / mirarlos desde adentro". La conclusión es por el contrario un retorno a la tranquilidad: "Y mi furia se torna apacible". Hay en estas cuatro primeras estrofas un alternado juego de fuerza y violencia (I y III) y tranquilidad y suavidad (II y IV) que testimonia una vez más la voluntad de arquitectura del poeta.

La quinta parte habla del "río eterno de la dicha" a la parte que parece prefigurar el final del recorrido allá junto al mar: "ya siento las brisas cercanas, ya siento el viento en mis mejillas...".

La alusión a la vida a través del símbolo río se hace bastante clara en la estrofa sexta, especialmente en sus versos impares que conforman una construcción de tipo anafórico y se refieren al río que viaja por las riberas, orillas, pastos, calles, montes, casas y al fin "dentro de los hombres". Los versos impares son una típica "enumeración caótica": árbol, piedra, puerta, flor, mesa, silla, corazón, etc.

La mención de la función poética parece entreverse en la última estrofa: "Yo soy el río que canta / al mediodía y a los / hombres / que canta ante sus tumbas / y el que vuelve su rostro / ante los cauces sagrados".
La breve estrofa octava es una reiteración en la descripción del recorrido del río: baja por las quebradas, los pueblos, las ciudades, las praderas.

La estancia final representa el momento de más alta calidad poética de la obra toda. Es un delicado ejercicio de composición poética en el que la referencia al destino final de los ríos -ir a confundirse con el mar- sirve de instrumento para expresar algo mucho más profundo -el final destino de la vida de los hombres en general y del poeta en particular -la muerte-. Pocas veces se hallará una tan bella y delicada manera de decir lo inevitable de la muerte (llegará la hora... el día llegará), consumación que para el poeta es sobretodo el acallarse de su canto ("tendré que / silenciar mi canto / luminoso...") y el dejar de ver su mundo ("no veré más mis campos... mis árboles... mi viento", etc.). Al fin todo se disolverá en una llanura de agua, todo se confundirá en una nueva realidad. La palabra antigua de Jorge Manrique -"Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir"- parece resonar, sabiamente asimilada, en estos versos.

C) El símbolo del viaje

En la trilogía simbólica de Heraud, el viaje cumple también un rol importante. Aquí el símbolo viaje se parte en varias secciones, de las cuales unas, aquellas en que no se alude a ningún viaje son evidentemente símbolo monosémico, mientras que otras, aquellas en que aparte de la intención simbólica hay referencia a un efectivo viajar, pertenecen a la categoría de símbolo bisémico. El viaje es un símbolo que no se halla concentrado en una sola de las composiciones o de los poemarios de Heraud sino que aparece y reaparece en distintos momentos de sus obras; no obstante, la figuración se da con especial insistencia en los poemarios "El Viaje" y "Viajes imaginarios".......................................................
Por lo pronto es curioso advertir que los tres símbolos fundamentales de la poesía de Heraud están expresados en distinto tiempo verbal. Así el río está en presente: "Yo soy el río..."; el otoño, se alza en el futuro: "Estamos en espera del otoño..."; y el viaje alude al pasado. Dentro de esta coordenada temporal el viaje parece significar en varias ocasiones simplemente el sueño durante el cual se recorre comarcas y paisajes sin fin, pero en otros casos y más profundamente el viaje alude a una experiencia interior, quizás a una crisis radical acaecida al poeta en alguna ocasión.
Porque el viaje en Heraud expresa fundamentalmente un deseo hondo de descanso, de un descanso que podría significar superación de conflictos íntimos, tranquilidad, ausencia de angustias; pero un descanso así no ha sido logrado en el transcurso del año en que Heraud ha "viajado" es decir ha intentado descansar. Se produce entonces ese entrecruzamiento entre dos "entidades fundamentales, el año y el descanso, cuya intensidad varía y cuyos significados se entrecruzan formando la trama interior que sostiene los versos", como lo ha visto y expresado lúcidamente Washington Delgado.

II -Un tema en la poesía de Heraud: La muerte
La muerte no es solo un motivo dentro de la poesía de Heraud, es más bien uno de sus leit motivs. Una extraña y conmovedora familiaridad con la muerte y un continuo referirse a ella se dan, en efecto, a todo lo largo de la obra poética, en la cual en una y otra ocasión, dentro de unos y otros contextos, la tercera presencia de la muerte es un hito fundamental.

La certidumbre de que cada hombre lleva dentro de sí su propia muerte (que recuerda claramente a Rilke) parece inspirar las consideraciones del joven poeta.......................................................................

"Por qué tocamos con nuestras ineptas manos a la poesía, si no sabemos nada de su misterio" se preguntaba angustiado el maestro español Dámaso Alonso, confesando que la estilística y la ciencia literaria permanecerán por mucho tiempo aún a "orillas del misterio" de la creación poética. Y si esto es cierto de cualquier tipo de poesía, con mayor razón lo es de ésta en que oscuramente se ha dado una suerte de adivinación, se ha intuído en alguna manera lo futuro. Vallejo anunciando tristemente "me moriré en París con aguacero...", Salazar Bondy escribiendo su "Testamento Ológrafo", Heraud prediciendo su muerte entre árboles y pájaros, son tres casos -los más cercanos a nosotros-en que este misterio ha florecido.

Es en todo caso admirable la hondura y a la vez la sencillez y el alto tono humano con que el tema de la muerte -difícil siempre- está tratado en la poesía de Heraud. Alejado por igual de la lamentación sentimental, del exceso retórico y de la tentación filosófica o moralizante, su obra es en este sentido a la vez conciencia vigilante y alerta de que la muerte es rasgo sustancial de la condición humana y hermosa expresión verbal de tal sentida convicción.
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Jorge Cornejo Polar
Homo, Arequipa, Año 1,
No. 3, agosto, 1966.

Tomado del libro Javier heraud, Poesias y Cartas
Editorial Peisa, Serie Biblioteca Peruana, 1976

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