viernes, 14 de diciembre de 2007

¿TUS OJOS? LOS JARDINES MAS TERSOS

De: Walter Saavedra - ching_tien_tao@yahoo.com
Fecha: Mié, 12 de Dic, 2007 9:57 am
Asunto: ¿TUS OJOS? LOS JARDINES MAS TERSOS

¿TUS OJOS? LOS JARDINES MAS TERSOS

Walter Saavedra

«Sembrarás en el dolor (...) frutos de gozo (...) Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada es una simiente. Procura, siempre: "una siembra de amor"» (Anigobar).

Un día, cuando las rosas emblemáticas soltaban alegres su aroma al paso del sol, mi silencio se dejaba escuchar por donde tú habías estado caminando a mi lado, en lo tiempos que ya fenecieron al embrujo de tu ausencia. En ese día, yo recogía mis pasos sabiendo que ya no te volvería a ver. ¡Qué dolor hubo en mi pecho cuando pensé que el silencio atronador, que invadía el espacio atormentado, destruiría lo más tierno que mi corazón había atesorado después de mucho tiempo en que me acostumbré a estar solo conmigo mismo! ¡Qué dolor sentía cuando queriendo olvidarte me empeñaba en recordar los días en que contigo anduve por esos lugares relucientes de rosas que tu paso hacía brotar por doquiera que anduviéramos! La vida entraba en la parte más insondable de los siglos que he vivido sin conocerte antes de saber que existías. Por suerte para mí, esa ignorancia fue la que me salvó de la debacle. Cada mirada tuya es una semilla buena que cae en la tierra fértil de mi corazón turbulento. Un día más conociéndote como te conozco y habría sucumbido a tus ojos brunos para no recuperarme nunca más como ahora siento que estoy irremediablemente perdido en esos ojos que acarician con sus miradas aterciopeladas. ¡Mi carácter moruno se habría visto emborrascado por los rayos de sol de tus miradas como ya lo estoy ahora que no te veo sino que pienso en ti sintiéndote bailar en el instante de la partida porque no te ibas sino que te quedabas conmigo! En tus ojos habitan los jardines más tersos de las Mil y una noches donde los genios hacían el amor al amparo de las palmeras que jamás se convertían en Aves Fénix debido a que la fábula no había aún descubierto la existencia de tu mirar. Cuando sientas que tu alma navega sin destino cierto. Cuando sientas que tu ser se estremece por el pavor a la soledad. Cuando creas que tu mirada cae en el abismo cruento del no ser. Piensa en todos aquellos que te aman y amándote viven felices, aun cuando no pueden tenerte con yo, que tampoco te tengo. Siempre estás conmigo. Siento tu cuerpo de Atena lozana retozando a mi lado. Aunque nos hayamos separado. Aunque sé bien que nunca volveremos a encontrarnos. Hoy escribo porque no sé qué escribo. Algún día lo sabré. Pero por ahora solamente deseo que mis dedos acaricien las teclas que hacen que estas palabras se vayan uniendo y conformen ideas que no tienen sentido alguno. Yo quiero que en este teclear inclemente del torbellino de mis ideas broten las flores más hermosas para poder dártelas. Quiero que al recibir esas rosas les des tu propia hermosura para que las flores no envidien la belleza de tus ojos. ¡No opaques aquello que merece vivir contemplándose en el espejo de tu risa serena! Pequeña Tweety de gatos no habidos. ¿Recuerdas cómo tus alas batían el viento de mi corazón para dejarme alborozado al contemplar el espacio donde estuviste caminando rítmicamente danzarina? No, no lo recuerdas porque jamás existió. Pero cuando camino por esos lugares te veo siempre a ti ronroneando como Tweety que huía de los gatos mientras que tú los buscas. Me dijeron que yo amaba desatinadamente al amarte. Me dijeron que no era tiempo de amar como te amaba. Me dijeron que era preferible decirte lo que ya te había dicho. Me dijeron que no tenía que callar lo que jamás callé. En fin, solamente tú eras capaz de comprender que nada de lo que me decían era cierto a pesar de ser la verdad. Todo instante a tu lado era el comenzar del mundo. Cada instante a tu lado era recrear la vida. Yo te he dado todo lo que era mío porque nada tengo si no es también tuyo, Nada tengo si no te tengo a ti cuando te tengo. ¿Recuerdas los momentos en que nos tomamos de las manos para no soltarnos nunca? Sí, ya sé que ese recuerdo no existe en ti. Es que nunca sucedió lo que pasó. ¿Recuerdas cuando casi nos caímos juntos, uno detrás del otro, con varios segundos de diferencia, en el cine, al bajar las gradas? Sí, también sé que ese recuerdo no existe en ti porque nunca tampoco sucedió. ¿Recuerdas cómo te miraba cuando te invité ese helado que tan deliciosamente comías? Sí, sí, sí, ya sé que eso no sucedió nunca, nunca, nunca, ya lo sé. ¿Para qué me lo tienes que estar diciendo a cada momento con el silencio de tu ausencia? Sé que los pequeños animales con los que juegas, no pueden llenar los intersticios de tu ser arrollador. Si quieres irte te irás. ¡Qué duda cabe! Yo no iré a buscarte. No te seguiré. No me quedaré. Permanecerás perdida en tu propio limbo. Sé que no vendrás a mí aunque yo vaya a ti. No podré tener ni siquiera pedacitos de la ternura que veo llorar en tus ojos cuando te miro. ¡Nada hay más hermoso que observarte! ¡Nada hay más hermoso que ver tus ojos sonreír en la plenitud de tu existencia! Te he dedicado tanto tiempo a ti que no recuerdo que me hayas dedicado tú también igual cantidad de tiempo mientras estábamos juntos en el arrabal ceniciento de las computadoras que se hacían pequeñas para vernos desaparecer en su interior. Yo no tengo derecho a decirte nada. No tengo derecho a pedirte nada. No tengo derecho a amarte. No tengo derecho a despedirme con el adiós que te doy. No tengo derecho a decirte lo que no quiero decirte pero que te digo para que no ignores lo que ya conoces y yo empiezo a conocer y a comprender. Yo no sé si el amor que siento por ti es el amor que siento por ti. Yo no sé si la alegría que siento a tu lado es la alegría que siento a tu lado. Yo no sé si la tristeza que me invade cuando no estás es la tristeza que me invade. ¡Yo solamente sé que tengo que decir aquello que digo para no callar lo que tengo que decir! En la noche cenicienta de los soles adormecidos me levanto soñando en aquello que no logro recordar y he sentido que me desmayaba. Y he sentido que caía. En el caer estuve siglos pensando en ti. Allí abajo. Al levantarme todo yo era una llaga de dolor por tu ausencia que no volverá a ser presencia porque ya te fuiste. No me digas que regresarás porque sé que no lo harás. Ni siquiera cuando regreses lo habrás hecho. A mí me carcome la angustia de saberte como te sé. Pero nada puedo hacer. Me alejo como tú te alejas. Igual. Igual. Me alejo igual. No importa si en el silencio de esta noche me dices que jamás te irás porque ya te fuiste con tu silencio y todo. Te fuiste. Tú siempre serás la que existió habiendo existido jamás. Tú siempre serás la que me acompañaba por doquiera que yo quisiera ir para estar a mi lado haciendo lo que yo hacia porque tú gustabas de hacerlo mucho antes de conocerte. ¿Por qué tuve que conocerte cuando te conocí? ¿Acaso no podías haberme ignorado cuando te dije que...? Ya no recuerdo lo que te dije cuanto te vi llegando acompañada de las claridades aurorales de la vida. Llegando en ese sol que quemaba rodeando los desiertos que me servían para contemplarte más limpiamente, sin nada que entorpeciese tu figura emancipadora de sombras. ¿Quién puede recorrer los lugares que recorrimos juntos ajeno a tu alegría? ¿Quién puede? Yo no. No me quejo. Siento las campanas repicar entre los cortejos fúnebres que me acompañan porque no te tengo. Las campanas repican fúnebremente porque sé que jamás te tendré. Ya no podré caminar por los senderos bifurcados de la alegría. Ya no podré trepar a los árboles del bien y del mal. Ya no podré traspasar las puertas que tienes en tu sonrisa. Ya no podré… ¡Ay! Ya no podré contemplar tus ojos dadores de vida. ¡Tus ojos dadores de vida! Una vez vi tu casa desde la distancia en que estaba. Vi tu casa porque me la mostraste diciéndome esa es mi casa. ¡Qué lindo jugaba el perro cuando tú estabas a su lado corriendo por donde él quería llevarte para yo poder contemplarte desde la lejana distancia en que me encontraba sin encontrarme porque viéndote estaba yo perdido! Yo voy viendo en tu luz auroral lo más hermoso que la vida pudo depararme. Nomás que jamás estás donde te veo. Jamás. Te irás… O ya te has ido. ¡Qué importa! Una vez estuviste a mi lado. Esa vez jamás existió. Esa vez jamás existirá. No quisiste venir a mí. No quisiste que yo vaya a ti. No quisiste ser lo que te pedía que fueras. No quisiste ser sino imagen en la imagen de la imagen. Partiste y jamás hablamos de volver a vernos. No hay un nuevamente estaremos como siempre estuvimos. Yo no te buscaré porque sé que es en vano buscar a quien se quiere ir. Y no te buscaría si te vas queriendo que yo te busque. No te buscaría. No lo haría. Nunca lo haría. Nunca lo haré. Pero siempre andaré por los lugares donde anduvimos juntos. Siempre procuraré encontrarte en la brisa de loa mares. Siempre procuraré encontrarte en las calles que vieron mecer tus pasos. Siempre procuraré encontrarte en el beso de la aurora que sale cuando sólo tú te presentas. Nunca te buscaré. Nunca. Buscarte sería morir eternamente. Sería morir en cada instante. ¡Demasiada muerte en tan poco vida! Yo quiero regresar a los siglos en los que jamás nos conocimos para así dejar que la vida pase a tu lado y te deje ir por donde viniste sin haber comenzado a caminar nunca hacia donde estoy. Sé que huías. Sé que siempre huías. Porque cuando quería verte yo me desviaba de tu camino para no encontrarte cuando querías verme. Sé que querías verme. Por eso es que sé también que jamás vendrás adonde yo estoy sin estar porque en faltándome tú no estoy en ningún lado. Pero ya no quiero que vengas. Ya no quiero irme. Ya no quiero sino dejar que la vida cure aquello que yo me empeñe en convertir en llaga doliente. ¿Por qué escoges marcharte? ¿Por qué te marchaste? ¿Adónde te has ido? No has desaparecido. Nunca estuviste cerca. Es todo. ¡Nunca estuviste cerca a pesar de todo el tiempo que caminamos juntos! ¡Nunca estuviste cerca de mío! Ni cuando estábamos en el cine. Ese cine que, al apagar las luces, prendía la emoción de tenerte cerca y gozar de tu risa embriagadora. Ya no estás a mi lado. No estarás más. Nunca más. El cine desapareció al no existir tú más. ¿No te dije adiós hace un rato cuando te escribí otra esquela que jamás llegué a terminar porque lo que yo escribo nunca tiene fin? Hoy nuevamente te digo adiós. Espero que al encontrarnos en un mundo inexistente podamos conversar en el silencio de la noche estrellada donde la otra cara de la luna no exista. ¡No me gusta la otra cara de la luna! Ya te lo dije. Siempre estoy repitiendo lo que he dicho. Siempre estoy diciendo lo que todo el mundo sabe que he dicho... menos yo. ¡Yo me olvido de todo! ¿Dónde estás ahora que no te veo? ¿Dónde estás en este instante que no puedes separarte de mi lado porque me siento morir si no estas conmigo? ¿Dónde estás ahora que mi mente llora aquellos momentos en que te tomaba de la cintura para poder cruzar el río inexistente de la vida por donde caminábamos en aquellos momentos en que todo había sido destruido menos nosotros? La vida es clemente conmigo porque tengo tu mirar dentro de mí mirar. La vida es clemente conmigo porque tengo tu sonrisa dentro de mi sonrisa. Por eso puedo mirar alegre dentro de mi tristeza. Por eso puedo sonreír contento dentro de mi desazón. Sí pues que nos encontraremos como aquella vez en que jamás nos vimos. Como en aquella ocasión nos sentaremos al pie de los guarangos junto a los que nunca nos detuvimos. Tomaremos otra vez helados a la luz de las estrellas como jamás lo hicimos. Cantaremos alegres a la luz de la luna mientas lloro tu ausencia. Caminaremos ahítos de sol por los caminos intransitables de la vida que quiere ser pasado. Y lo será mientras... mientras lo sea. Recibe un abrazo de aquellos que tú solías darme antes de irte a dormir. Recibe un abrazo de aquellos que te daba cuando llegaba a tu cama a besar tus pies. Recibe el abrazo que para ti tengo siempre conmigo al mirar tu rostro encantado de distancia arrobadora. Ahora me despido hasta que la muerte nos ampare. ¡No quiero morir! ¡La distancia que nos separa es morir! ¡Líbrame de la muerte! ¡No quiero morir! Pero si no te veo más… ¡Qué la muerte se apiade de mí! Cada minuto sin contemplarte es morir… Siempre estoy muriendo. Siempre. No soporto estar a tu lado en esta distancia enemiga de la vida. Sé que jamás estarás a mi lado aun cuando vengas a mí. No creas nada de lo que te digo. Cree en todo lo que he dicho. ¡Líbrame de la muerte y permíteme morir! ¡La distancia que nos separa es morir! ¡No quiero morir!

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