martes, 18 de marzo de 2008

DON QUIJOTE, ARGUEDAS Y EL VI COLOQUIO JOSE MARIA ARGUEDAS

De: Walter Saavedra - ching_tien_tao@yahoo.com
Fecha: Lun, 17 de Mar, 2008 4:56 pm
Asunto: DON QUIJOTE, ARGUEDAS Y EL VI COLOQUIO JOSE MARIA ARGUEDAS

Está bastante cercano el “VI COLOQUIO INTERNACIONAL DE ANTROPOLOGIA Y LITERATURA JOSE MARIA ARGUEDAS”, que tendrá lugar en Huancayo entre el 04 y el 09 de agosto del presente año de 2008, es bueno hacer un llamado a los antropólogos que están interesados en el tema de la literatura, o que cultivan la literatura, para que participen activamente en este coloquio que con tanto esfuerzo y dedicación está siendo preparado por sus organizadores.
Yo quiero, en el presente, hacer llegar algunas reflexiones sobre Arguedas que se me ocurrieron ya hace tiempo, pero que bien puede ser enviado como un ensayo dirigido a poner las ideas en la sangre, más que la sangre en las ideas… como gustaba citar José Carlos Mariátegui a Federico Nietzsche. Ahora solamente intento volcar mis ideas a este texto, sin mayor pretensión.
Muchas veces, leyendo la tesis de Arguedas sobre Sayago, que lleva por nombre “Las comunidades de España y del Perú”, me he preguntado, de dónde sacó él la idea de ir por esos lugares de Castilla. No recuerdo que José María mencione, al menos no de manera destacada, el Quijote. Pero cuando yo leía este libro, ahora último, y llegaba a los lugares donde se habla de Sayago, se me ocurría, de manera muy clara, la idea de que de allí, de la lectura de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, fue de donde le debe haber surgido la idea de irse por allá.
Pero, siendo así, ¿por qué no habría de mencionarlo en su tesis? Porque “Las comunidades de España y del Perú” era una tesis de antropología y por entonces, la literatura no era bien vista como producción antropológica. Quien haya leído la mencionada obra de Arguedas se habrá dado de inmediato cuenta que el título le queda demasiado grande, porque solamente trata de lugares muy específicos de España y del Perú: Sayago y Puquio, aunque pueda intercalar información de cuando en cuando sobre otros lugares.
El mismo Arguedas tuvo la ocasión de comprobar la distancia tan grande que existía en los años cincuenta entre la antropología y la literatura, especialmente en el Perú. Tuvo ocasión de comprobarlo personalmente cuando se discutió su hermosa obra “Todas las sangres” en el Instituto de Estudios Peruanos, donde fue terriblemente atacado, porque no había, especialmente entre los científicos sociales, una idea clara de lo que era una novela y la relación que había de guardar con la realidad. Aún ahora en muchos lugares se sigue ignorando esa relación que existe entre la fantasía y la realidad en una novela y no faltan quienes la quieren ver como un tratado científico. Ha de ser por eso que en Abancay Arguedas es rechazado airadamente por muchas personas, que no por todas, por suerte. Con motivo de la investigación y la sustentación de su tesis, Arguedas se cuidó mucho pues de mencionar algo que sería muy mal visto por quienes difícilmente leían novelas, o si lo hacían era como obras simple y puramente fantásticas.
Arguedas siempre se sintió muy atraído por los sectores de mayor pobreza, donde las dificultades y la dureza de la vida ponían a esos sectores, los indios, en situaciones donde ni siquiera andaban muy limpios. Era una constante no solamente en sus novelas este elemento, sino también en su propia vida, en toda su vida. Si leemos la relación que tuvo con Máximo Damián, por ejemplo, el violinista Lucanino de los danzantes de tijera, nos damos cuenta que estos elementos estaban también presente, aunque, por supuesto, quien vea a Damián en la actualidad, no podrá hacerse una idea cabal de aquel personaje que trató Arguedas, sobre todo en sus tiempos iniciales.
Es ampliamente conocido, reconocido y aceptado que Arguedas vivió entre indios. El se llamaba indio a sí mismo. En la Peña “Pancho Fierro”, de las hermanas Alicia y Celia Bustamante, fue la atracción, por ser indio, por cantar, tocar la guitarra y bailar como indio. Su propia familia ha reconocido que él, por ejemplo, cantaba como un perfecto indio. En realidad ese fue el elemento que siempre utilizó para sus conquistas, como lo hizo en Chile en la casa de Pablo Neruda donde conquistó a su segunda esposa Sybila Arredondo.
La lectura de su tesis, nos lo hace ver buscando los lugares y las personas que más le recordaban a sus amados indios... a pesar de todas las diferencias. Aquí, abajo, reproduzco los textos del “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” que han de haberle llamado poderosamente la atención.
“Sí hiciera, por cierto –respondió don Quijote-, si no me la hubiera borrado de la idea la desgracia que poco ha que le sucedió, que es tal, que más estoy para llorarla que para describirla. Porque habrán de saber vuestras grandezas que yendo los días pasados a besarle las manos y a recibir su bendición, beneplácito y licencia para esta tercera salida, hallé otra de la que buscaba: hallela encantada y convertida de princesa en labradora, de hermosa en fea, de ángel en diablo, de olorosa en pestífera, de bienhablada en rústica, de reposada en brincadora, de luz en tinieblas, y, finalmente, de Dulcinea del Toboso en una villana de Sayago” (p. 799, Edición del IV Centenario de la RAE).
A lo anterior le agregamos algo más que, aunque ocupe un lugar anterior en la novela, bien puede ser puesta después, para mejor comprender su sentido:
Quijote le dice a Sancho que es un “prevaricador del buen lenguaje” (p. 693). “No se apunte vuestra merced conmigo –respondió Sancho-. ´pues sabe que no me he criado en la corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que, ¡válgame Dios! No hay para que obligar al sayagués a que hable como toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto de hablar polido” (pp. 693-694).
Sayago era pues el lugar más atrasado de Castilla y también era poco estudiado. El fue el primer latinoamericano que va a España a estudiarla. Con eso, sin darse quizás claramente cuenta, va innovando la visión que de la Antropología se tenía en aquella época, aunque sería mucho tiempo después que surgirían personas que irían a España, a Sayago, fundamentalmente para seguir sus huellas, para estudiarlo.
En ese tiempo aún no se había creado la división que existe hoy en día entre la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, que surge el 15 de noviembre de 1978, y la Comunidad Autónoma de Castilla y León se constituyó en 1983. Evidentemente que un estudio actual de la tesis de Arguedas nos dará muchas más luces que las simples –o simplistas- ideas que ponemos aquí, porque esto no trata sino de ser un comentario de algo que pensamos hace ya mucho tiempo, sin que hayamos ido a verificarlo en la mencionada tesis… Escribimos lo que recordamos, salvo por supuesto lo referente al Quijote, que citamos textualmente.
Arguedas no podía ir pues a Toledo. Era un lugar demasiado adelantado, aunque allí haya estado el Inca Garcilaso de la Vega y se haya publicado la segunda parte de “Los comentarios reales”.
Durante mucho tiempo se ha mantenido la equívoca tradición, entre los antropólogos, de que la antropología se ocupaba de los lugares más atrasados, aislados y pobres. Mi formación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos aún conservaba esa idea, que por suerte ha sido superada, aún cuando todavía hay quienes se obstinan en mantener esa idea. Idea que surgía de una visión distorsionada de la relación entre la Sociología y la Antropología, sobre cuyo asunto se discutía también en mis tiempos de estudiante, aunque no con tanto énfasis como antes.
Las generaciones inmediatamente anterior a la mía, las de los años sesenta, están marcadas por la relación del convenio entre las universidades de San Marcos y de Cornell (Estados Unidos), en el proyecto Vicos (Ancash), donde el mismo Arguedas participó y muchos de sus alumnos también, como es obvio. Alejandro Ortiz Rescaniere, a quien Arguedas consideraba su discípulo más apreciado, obtuvo en Vicos algunos mitos que fueron del mayor agrado de José María Arguedas.
Está por demás señalar que “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, era una obra de lectura indispensable para los estudiantes de letras, especialmente en la época en que Arguedas ingresa a San Macos (estudia entre 1931 y 1939), contando los años de receso que hubo en debido al trato que le dieron los miembros del comité de apoyo a la República española, al general Camarotta, representante de Mussolini. Entre los miembros partidarios de la República española, estaba Arguedas, quien no participó activamente en echar a Camarotta a la famosa pileta de Leras.
Al Quijote, en la primera mitad del siglo veinte, se le trata de una manera completamente diferente a como se le había venido tratando. Destaca, especialmente, Miguel de Unamuno con su “Vida de don Quijote y Sancho”. José Carlos Mariátegui, a quien Arguedas tanto admiraba y seguía, de manera creadora, por cierto, era un entusiasta lector de Unamuno, y debe haberle contagiado a Arguedas -antes de que llegara a la Universidad-, el gusto por este autor.
Claro que Arguedas tenía una obra que absorbía prácticamente toda su atención en esa época: “Los miserables” de Víctor Hugo. Luis Felipe Alarco, a quien Arguedas llamó el primer amigo que tuve en San Marcos, me contó que al ingresar a la Universidad, todos ellos tuvieron que poner al día a Arguedas en los autores y textos de actualidad. Agregaba Luis Felipe: Arguedas sólo hablaba de ese texto romántico, que ya había pasado de moda, pero que era el mejor de todos, y ahora está cobrando nuevamente actualidad (me lo dijo en la década de los noventa del siglo pasado).
José María Arguedas era un aficionado de los mitos y por eso difícilmente podía dejar de tener en cuenta a don Quijote. Quienes lo estudiamos encontramos esta intensa afición a finales de su vida cuando habla del mito de Inkarrí, en su novela póstuma “El zorro de arriba y el zorro de abajo” porque en su trabajo etnológico titulado “Puquio, una cultura en proceso de cambio” no se nota ese fervor… en tanto algo especial que siempre le apasionaba. Su sobrina Vilma Arguedas, nos ha contado como su tío José María solía contarle mitos cuando ella era niña.
Toda su vida era una relación con los elementos fantásticos. No lo consideraba como algo que pudiera destacarse, estando su propia vida inmersa en ese mundo… Yo he llegado a pensar que José María Arguedas era un mitómano, en su acepción positiva de vivir casi inmerso en un mundo de fantasía. Al menos cuando yo leí, hace mucho tiempo, este texto, “Puquio, una cultura en proceso de cambio”, no supe hacer la diferenciación que después aprendí a hacer en su vida y en sus obras. Quizás fue un defecto mío no poder haberlo apreciado y si otros lo hicieron, no lo sé, no parecen haber escrito sobre el particular. Hablo de que no lo pude apreciar en mis lecturas de hace ya tiempo, porque últimamente no he estado leyendo lo que sobre José María Arguedas se ha publicado…
Hago llegar mis cordiales saludos a los organizadores e impulsadores vigorosos de este “VI COLOQUIO INTERNACIONAL DE ANTROPOLOGIA Y LITERATURA JOSE MARIA ARGUEDAS”: Francisco Amezcua Pérez de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de México; José García Miranda Corot, en Lima; Oswaldo Torres Rodríguez, Nicolás Matayoshi M., Sergio Castillo Falconi, Gaudencio Salcedo Peña del Instituto Nacional de Cultura (INC) de Huancayo; César Gamarra Berrocal, Hebner Cuadros Chávez, y Carolina Ocampo en Huancayo.
Un afectuoso abrazo amigos.
Walter Saavedra
Moderador de antropologosenred.

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