martes, 27 de noviembre de 2007

Caos mental: matemos al perro del hortelano

De: joo cesar - jocajoo1@yahoo.es
Fecha: Lun, 26 de Nov, 2007 7:10 pm
Asunto: RV: Caos mental: matemos al perro del hortelano

From: "Carlos" reppam@mountaincable.net
To: "Joo Cesar" jocajoo1@yahoo.es
Subject: Caos mental: matemos al perro del hortelano
Date: Mon, 26 Nov 2007 18:10:02 -0500En Blanco y Negro

Caos mental: Matemos al perro del hortelano

Carlos Angulo Rivas

No vamos a tratar aquí lo ya sabido de memoria o sea transfiguración de Alan García Pérez en un líder ultramontano de los sectores empresariales, los grandes propietarios y las corporaciones transnacionales impulsoras de la globalización neoliberal encabezada por el imperialismo norteamericano y europeo. Aquello, mejor que nadie, lo saben los apristas doctrinarios que aún quedan, los mismos que facilitaron la elección por segunda vez de este sujeto sin remedio, sin vocación de enmienda y moderación, respecto a su pasado de gobernante corrupto, incompetente y sin escrúpulos de ninguna clase; capaz de ordenar la eliminación física de sus opositores, las masacres campesinas y el genocidio de los presos acusados de terrorismo. No, no debemos discutir la transfiguración de García Pérez en el líder de la ultraderecha actual, sino la indescifrable “receta para acabar con el perro del hortelano” que felizmente la publica por escrito y bajo su firma a fin de saber a qué atenernos en el futuro cercano. Y digo, felizmente porque la charlatanería de su discurso político se la lleva el viento y por lo general queda sujeta a la interpretación del “yo no dije lo que dije.” El debate del primer artículo “el síndrome del perro del hortelano” fue una censura total, a excepción de los dirigentes empresariales, a sus intenciones de vender el país al mejor postor, de privatizarlo todo en una descomunal subasta de los recursos naturales en general, es decir, sin contemplaciones de ninguna clase.

Este segundo artículo que comentamos es por cualquier contorno que se le mire un exabrupto del subconsciente autoritario de García Pérez, iluminado, imbuido e inspirado ahora en el poder absolutista del capital privado como la panacea o remedio a todos los males de nuestro país sumergido, en altos porcentajes, en la penuria, la escasez y la pobreza extrema. Históricamente se conoce que el capital privado nacional o extranjero no tiene colores, ni bandera, ni país, ni nación, siendo su único atractivo la renta, el dividendo y si lo dejan libre la utilidad excesiva, el lucro de la usura y nada más. Aparte de Alan García ¿cree alguien más que la iniciativa privada privilegiada en todos sus aspectos y escogida de manera excepcional por el gobierno alanista, va a tener un mínimo de consideración por el bienestar general, por la suerte de los pobres y la justicia social, que según el autor del artículo, abogar por esto último significa caer en “ideologías superadas” y “filosofías engañosas”? Por supuesto nadie cree en tamaña tontería, ni siquiera los propios empresarios, pues la tarea de ellos no es ni será solucionarle el problema social al Estado, tal como plantea, en esta pérdida del sentido de la realidad, Alan García Pérez, quien para el cargo que ocupa debería tener cuando menos un mínimo de coherencia.

Dice García Pérez: “Muchas veces el Estado, las instituciones y las personas padecen de "patrimonialismo" (vocablo inexistente). Es decir, de la voluntad de no ceder ningún espacio y reservar para sí, para el ministerio o para la empresa, todas las funciones, los trámites y las decisiones. Ocurre también cuando un grupo que captura el poder, una región o un municipio, decide gobernar solo y bloquea el aporte técnico y profesional de muchos otros ciudadanos. En este caso, el perro del hortelano dice: "Si no lo hago yo, nadie debe hacerlo", y concluye: "Solo puede hacerlo la gente de mi propio equipo". En este acápite, como se observa, la confusión no tiene perdón; en primer lugar, empresa y entidad de gobierno (central, regional o municipal) son por definición de naturaleza diferentes; la primera es una asociación de lucro, la segunda una administración delegada por el pueblo; la primera defiende la ganancia de los dueños, la segunda debe defender el interés público y el de los electores; en consecuencia ambas instituciones no pueden estar en el mismo saco como pretende García Pérez, pues en esencia son incompatibles. Pésimo este cálculo deliberado, donde emerge el subconsciente del hoy insólito colaborador de El Comercio: “Si no lo hago yo, nadie debe hacerlo” o acaso no lo conocemos todos cuando ridiculiza a sus serviles ministros y empleados para imponer su voluntad mesiánica de clarividente profundo e insustituible.



Continúa García Pérez: “Quitar al Estado la obsesión del control total.” “Ocurre que no se abre una ventana, no se arregla una vereda, ni se pone una torre de telefonía celular sin que el Estado central, regional o municipal lo apruebe. ¿Cómo curar esta obsesión?

A) Estableciendo por decreto, y de manera obligatoria, que el control del Estado sea aleatorio; es decir, que al igual que el semáforo de las aduanas del aeropuerto, el control se ejerza sobre un porcentaje de cada uno de los actos a vigilar, pero no sobre todos. Esto permite probabilísticamente (vocablo inexistente) una gran supervisión.” En buen romance, nada de controles y los necesarios que se den al azar, pues, de casualidad, por accidente o de chiripa. Permisos, autorizaciones y licencias para qué si todo se resuelve confiando en la “iniciativa privada” en la “buena voluntad de los empresarios” ¿cómo y por qué dudar de las buenas intenciones, si aquello de las mafias son puras habladurías de la gente? En otras palabras, siendo el Estado aleatorio, debe estar pintado nomás en la tierra de nadie en que se convertiría el país de seguir las magníficas precisiones de este nuevo pensador de la modernidad.

B) “Calificar cada inversión pública por su rentabilidad y óptima calidad ha resultado un remedio peor que la enfermedad.” Ya ven el presidente lo dice, hay que improvisar y acelerar al máximo, para qué estudios de inversiones, de rentabilidad o de factibilidad, los técnicos están demás porque él puede hacerlo todo por decreto, vaya, faltaba más ¿acaso no es él quien gobierna?

C) “Tercerizando (vocablo inexistente) el control de la inversión. El SNIP deberá también hacerse a través de universidades o instituciones acreditadas.” Muy mal, oiga usted, las universidades son entes académicos no empresas de estudios de proyectos, en todo caso ellas y las instituciones acreditadas (colegios profesionales) pueden dar opinión y nada más.



Otra ilustrada recomendación: “Liberar los bienes que el Estado no usa ni trabaja.” Cuernos, cuernos, nuestro sabio gobernante recomienda una subasta pública del suelo, del subsuelo, de mar, del espacio aéreo, etc. Como si no hubiera leyes reguladoras de las inversiones para el uso de tierras eriazas, para los denuncios mineros, forestales, de pesca, de inmobiliarias, etc. Y no contento con el encargo de burlar las leyes en beneficio exclusivo de la iniciativa privada irracional y especulativa, propone vender las acreencias al Estado, o sea las deudas de particulares con el Estado debido a “privatizaciones, quiebras de bancos, deudas a bancos estatales, impuestos, etc.” No oiga García Pérez, usted no puede interferir con el Poder Judicial, menos intervenirlo por decreto, en razón que los casos que cita están en manos de los juzgamientos a que hubiere lugar. ¿Y todavía, tiene la frescura de pretender vender las deudas a los bancos estatales cerrados (Industrial, Minero, Agropecuario, Hipotecario, etc.) que nadie más que Usted llevó a la quiebra durante su primer gobierno?

Por otra parte, los impuestos se cobran por vías coactivas vigentes, de ninguna manera vendiendo derechos a terceros, ya que ciertamente se desvirtúa el derecho asumido con la tributación al caer ella, para su ejecución, en manos de agiotistas, especuladores, usureros y elementos antisociales de toda laya o pelaje.



Y el “abrir a la producción y al trabajo las áreas sin uso que tiene el país” de la manera que Usted propone ya no sólo es de mamey sino una conspiración inaceptable de desmantelar el país de la peor manera. Una entrega total y sin cortapisas a la ambición depredadora de las grandes corporaciones nacionales y extranjeras, así primorosamente la coloque como la creación de cientos de miles de empleos, a sabiendas de la falsedad de su afirmación. Y otorgar las restingas de los ríos de la selva, “una tierra de nadie pero con humedad y fertilizantes traídos por los ríos desde los Andes” “para su venta o alquiler en lotes de gran dimensión para el cultivo del arroz, que está salinizando (vocablo inexistente) las tierras de la costa” muestra una intranquilidad real de los ciudadanos porque Usted en este punto no sabe ni lo que está diciendo. Pero lo realmente grave está en la propuesta de privatizar las tierras comunales de las organizaciones milenarias del ayllu, destruyendo la ancestral vida de las familias del Ande, las tierras de propiedad común dedicadas al pastoreo y a las actividades de la minga o el trabajo colectivo; “esto debe corregirse, pues condena a los comuneros de la sierra al nivel de ciudadanos de segunda clase y sin iniciativa” dice medio trastornado el desmesurado e ignaro García Pérez.



No es necesario ahondar mucho más en este segundo despacho periodístico de Alan García, quien piensa en una solución a la problemática del país entregando todo a la iniciativa privada y a las inversiones del gran capital, eliminando por decreto el rol regulador que debe tener cualquier Estado, aún en las economías más capitalistas del planeta. El desgobierno absoluto en nombre de la sacrosanta inversión privada contradice, inclusive, la esencia del capitalismo neoliberal de los estados industrializados y modernos, pues García Pérez propone simplemente la ley de la selva y el salvase quien pueda, como si el capitalismo salvaje criticado a nivel global no hubiera producido la miseria de millones de pobladores no sólo del Perú sino del mundo, donde se anida el hambre, las enfermedades curables, el analfabetismo, la incultura, la prostitución infantil, la drogadicción y otros males tenebrosos de la sociedad actual. Finalmente, mal hace Alan García Pérez en citar a Lenin afirmando una falsedad enorme como aquella de "un paso atrás para dar dos adelante" cuando la publicación del revolucionario ruso se titula “dos pasos atrás, uno adelante” porque se refiere a un retroceso estratégico de dos pasos atrás para dar luego el salto cualitativo dialéctico de la transformación social revolucionaria. No, pues, oiga bien Alan García Pérez, matando al perro del hortelano para que sólo como el amo, no se acaba la rabia.

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