De: "Ricardo Olivares" - ricardoolivares@speedy.com.pe
Fecha: Lun, 18 de Ago, 2008 11:25 am
Asunto: Articulo de Rafael Belaunde sobre accidentes Transporte publicos.
18 de Agosto de 2008
El Estado lerdo
La frecuencia de los accidentes del transporte público parece estar incrementándose. El gerente de una de las empresas involucradas en uno reciente ha reconocido públicamente las faltas imputables a los transportistas, pero ha señalado también notorias deficiencias por parte del Estado. Tiene razón.
El explosivo auge del transporte terrestre, producto del dinamismo de la economía, no ha sido acompasado por la construcción de suficiente infraestructura vial. Mientras que el sector privado galopa el Estado arrastra los pies, constituyéndose en lastre que frena el progreso.
¿Cuántos accidentes se hubieran evitado si existiera una autopista que separase el flujo vehicular en función al sentido del tránsito, entre Cañete e Ica y entre Huacho y Trujillo? ¿Cuántas familias habrían evitado el luto si existieran alternativas a la carretera central? Y pensar que la situación en la sierra es aun más preocupante.
La inoperancia estatal no se restringe al ámbito del transporte terrestre, cuyo dinamismo era previsible; frente a circunstancias inesperadas como el sismo de hace un año, por ejemplo, la incapacidad del Estado resulta también clamorosa. La reconstrucción (es un decir) del sur chico es un fracaso que puede comprobar cualquiera que visite la zona.
Podría responsabilizarse principalmente al gobierno sobre el que, en efecto, recae gran parte de la culpa. Después de todo, en épocas pasadas hubo gobernantes que dirigían sinfonías de máquinas en movimiento, como durante la vorágine emprendedora y constructiva de Belaunde. Hubo también circunstancias trágicas, como los desastres naturales del 83, o el terremoto de Nasca del 96, que los gobiernos correspondientes encararon con prontitud y eficacia. ¿Qué ha pasado ahora? ¿Acaso gobernar se ha convertido en juego? Podría argumentarse que la debilidad estructural del aparato estatal limita las posibilidades de quienes lo administran. Es cierto. Por eso mismo, resulta mortificante que cada vez que se pretende solucionar un problema se apele a los mismos procedimientos que ya demostraron su ineficacia en el pasado. Me refiero a la inefectiva receta de enfatizar la imposición de más normas y más burocracia, en vez de más obras.
Imaginar que un letrero de límite de velocidad o la amenaza de una multa pueda reemplazar a una doble vía es tan absurdo como pensar que para proteger el medio ambiente o la promoción de la cultura es menester crear más ministerios, vale decir más burocracia. El arraigo a esa arcaica vocación controlista es lo que perenniza al Estado lerdo.
Haría mejor el gobierno destinando más recursos a la infraestructura vial y a la reconstrucción del sur chico que incrementando el gasto corriente para satisfacer a quienes insisten en parasitar del Estado. Invertir en infraestructura sería mejor que inventar más barreras que a la larga todos incumplen, o que sortean apelando a la coima.
Rafael Belaunde
18 de Agosto de 2008
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