sábado, 9 de agosto de 2008

Relato. EL NIÑO VENDEDOR: TICLIO

De: Walter Saavedra - ching_tien_tao@yahoo.com
Fecha: Vie, 8 de Ago, 2008 10:30 pm
Asunto: EL NIÑO VENDEDOR: TICLIO


EL NIÑO VENDEDOR: TICLIO



(Walter Saavedra.)



El niño iba corriendo como para alcanzar la nieve perpetua que se vislumbraba más allá, cuando estábamos ya a escasa distancia de Ticlio, casi a cinco mil metros de altura. Era la segundo ocasión en cuestión de días que pasábamos Ticlio... Salimos a las dos de Huancayo. Salimos en el carro de la una... a las dos. Algo normal para los omnibuses peruanos, es salir con una hora de retraso. Era cómico ver como Ricardo, Paco y yo llegamos, preocupados, con media hora de anticipación para no perder el viaje. Salimos de la sala de conferencias que Paco estaba moderando, como llevados por el diablo. Claro, Paco no podía dejar así nomas su papel de moderador, había que dejar todo como debía ser, y así lo hizo, que es costumbre suya ser muy ordenado y ahora no podía ser la excepción. Ricardo y yo estábamos preocupados, porque la preocupación de Paco por su papel de moderador, algo natural en él, como ya hemos dicho, podía hacernos perder el carro, cosa que ni él ni nosotros queríamos. Por suerte, todo terminó a tiempo de que nuestra preocupación se viera tranquilizada porque podíamos llegar a la estación de TEPSA antes de la hora de embarque. Ya teníamos la experiencia en el viaje de ida: el ómnibus de Cruz del sur salió exactamente a la hora. Y aunque yo tuve problemas para llegar, estuve allí un cuarto de hora ante, pero ya Ricardo se había embarcado y yo, al no saberlo, me puse a buscarlo sin poder hallarlo. NO había manera de perifonear porque la encargada de informes no estaba. Al final, faltando cinco minutos para la partida se me ocurrió preguntar si Ricardo había ya subido al ómnibus y me dijeron que sí, que ya estaba arriba, pues sacó una copia del boleto debido a que yo tenía los dos boletos del viaje, pues los compré con anticipación, antes de que el viajara al Lima y recién nos veríamos al momento de viajar. Quizás por eso es que cuando debíamos venirnos, sacamos pasaje en TEPSA, porque ya no había en Cruz del Sur, y Ricardo le encargó a Paco los pasajes para que no hubiera problemas. Y no hubo problemas... hasta que llegamos a la estación con bastante anticipación. No queríamos sufrir ningún percance que nos pusiera en peligro de perder el viaje. La estación estaba llena de gente, todos conversando o esperando el momento de abordar el ómnibus para poder viajar a Lima. Nos acercamos a la puerta de embarque quince minutos antes de la una, porque veíamos mucha gente dejando su equipaje. Ricardo y Paco debían dejar el suyo para que vaya en el sector de carga. Procuramos llegar, metiéndonos entre la gente que se abigarraba para dejar sus equipajes. Tanto esfuerzo por llegar al encargado de recepcionar los equipajes y nos dimos de cara con la noticia de que... recién estaban recibiendo el equipaje de los que viajarían a las doce, siendo ya cerca de la una. ¡Aun estaban por embarcar a los pasajeros de las 12:30! Había que esperar pues para poder salir a las dos en el ómnibus de la una, si es que teníamos suerte. Yo debía mi viaje a la bella ciudad de Huancayo a mi muy querido amigo Ricardo Melgar, que insistió para que fuera... cosa muy natural en el. Yo soy un ermitaño, uno de aquellos que viviendo solos no teme estar con la gente, pero me gusta mi soledad, no porque huya, como ya lo dije, sino porque me siento bien así. La cuestión es que, allí, esperando, me hizo recordar algunas cosas de hace tantos y tantos años. Era como si retrocediéramos unos 30 años cuando menos. Retrocedí hasta esos tiempos en que Ricardo y yo nos conocimos y viajamos. Por primera vez hasta Huancayo para hacer un trabajo de investigación en una de las comunidades aledañas (él siempre recuerda el nombre, yo siempre lo olvido). ¡Tanto tiempo ha pasado! Ahora nos contemplamos, con el tiempo encima, cabalgando en nuestros ojos, cabalgando en nuestros rostros, cabalgando en nuestras voces, cabalgando en nuestra alma... pero jamás cabalgará en nuestro espíritu ¡jamás! Nuestro espíritu mantiene joven y pugna por mantener la lozanía de la infancia sin olvidar que los años pasan... y no tienen más remedio que pasar. Paco Amezcua, estuvo con nosotros siempre... Ricardo, Paco y yo, éramos un trío de tres, como aquellos que formaban los tres mosqueteros, pero, entre nosotros, para poder ser los tres mosqueteros, faltaba aun uno, como ellos puesto que eran cuatro tres mosqueteros originales. Pero la amistad, la risa, la pasión por aquello que nos unía en el trabajo similar y en la búsqueda siempre de novedades donde lo nuevo está presente cuando lo buscamos, solo cuando lo buscamos, y se impone solo cuando no lo buscamos. Paco, Ricardo y yo, estuvimos tres días asistiendo al VI coloquio internacional José María Arguedas, donde pudimos comprobar la hermosa amistad que se puede hacer cuando uno sabe ser amigo, a pesar de las diferencias de vida que hemos llevado... porque siendo todos nosotros similares en nuestro quehacer, en nuestro pensar, en nuestro querer ir hacia adelante, somos diferentes en aquello que constituye lo esencial en nosotros: nosotros mismos. Hemos caminado por diferentes lugares, hemos hablado, hemos presentado las ponencias... hemos gozado de todo aquello que se nos presentaba, incluso el caminar por Huancayo y conocer algunas de sus áreas prominentes. Lamentablemente no pude encontrarme con Ezequiel Maldonado en Lima, por culpa mía, sin embargo, allá, en Huancayo pudimos encontrarnos y darnos ese abrazo que lleva la marca de los siglos, de los siglos que han pasado desde que uno se ha conocido, y que puede atravesar las distancias. Las fotografías de Ezequiel nos mostraron aquellos lugares de nuestro país que están ajenos a quienes viven en las ciudades. Él tuvo que ir a esos sitios para poder obtener las hermosas imágenes que mostraba en los módulos, imágenes que se habían colocado en la sala numero uno de las conferencias. En el andar por las punas lo acompaño nuestra querida Angélica Aranguren Paz, que tiene el cariño rebozando en su pecho... por algo es iqueña. Nazca tiene en ella un bello bastión de la amistad y de la antropología. ¡Ah! ¡Que hermosos momentos hemos pasado y seguimos pasando incluso ahora que ya han pasado! Nomás que hemos sentido la ausencia de nuestro querido amigo Francisco Xavier Solé Zapatero quien no ha podido venir. Yo no he preguntado nada, porque me duele demasiado su ausencia, y el dolor se haría insoportable, más de lo que ya es, si es que pregunto. Hemos andado tanto juntos Xavier y yo, hemos congeniado tanto, su amabilidad, su cariño, su ser entero, siempre está prodigando aquello que más necesita uno cuando lo necesita. Francisco Xavier, espero que pronto podamos tenerte entre nosotros, y escucha en mi silencio el desgarramiento del amigo que no puede decir lo que lacera su pecho... El mismo día que Ricardo llegó a Lima, emprendió el viaje a Huancayo. Paco había ido algunos días antes. El viaje de ida a Huancayo que hicimos Ricardo y yo, no tuvo mayores novedades. Ticlio no hizo mella en nosotros, el soroche no se presentó. Claro que ya nos habíamos preparado para el asunto. Sin embargo, en Huancayo pude tener yo algunos malestares, como dolor de cabeza, un dolor tenue era, pero no por ello menos fastidioso. Pero pasó pronto... al segundo día de llegar. Ni Ricardo ni Paco, que íbamos juntos los tres por diferentes lugares, sintieron la más mínima molestia. Fue hermosa la estadía en Huancayo. El regreso constituyó una especie de paseo lleno de recuerdos, recuerdos que seguían siendo imagines de un presente que no quería alejarse. Cerca a Ticlio, muy cerca, el carro paró un instante. Allí había una señora vendiendo golosinas y la acompañaba su pequeño hijo, que también vendía. Seguramente alguien quiso comprarle alguna cosa al niño, cuando, en ese mismo instante, el carro comenzó su marcha. Entonces, el niño, para no perder su venta, echó a correr en pos del cliente que se alejaba. Ese es el instante, ese es el preciso instante en que yo, desde el segundo piso del ómnibus, le tomé la foto que se puede ver en la parte superior de este texto... El ómnibus en marcha, el niño corriendo para alcanzarlo y yo procurando captar el fugaz momento... ¡Qué hermoso instante pude capturar!

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